Abrazar nuestro hoy. Aunque anhelemos una realidad diferente a la que tenemos, disfrutemos y abracemos lo que somos y tenemos hoy. Estemos solos o acompañados, con o sin trabajo, enfermos o sanos, alegres o tristes. Estos son solamente estados y no nos definen. Si bien hacen parte de la vida, no son permanentes y cambian todo el tiempo. Tengamos en cuenta que todos transitamos diferentes procesos y manejamos distintos tiempos. Compararnos con otros no resulta muchas veces un ejercicio a nuestro favor, porque nos desanimamos. Generalmente nos comparamos con personas que “están mejor” respecto de nosotros laboral, financiera o afectivamente hablando. Si nos comparamos, que sea para tomar inspiración y no para lamentación. Todos somos únicos y tenemos historias de vida diferentes. Todos tenemos sueños y proyectos, y somos arquitectos de lo que queremos. Y lo primero en el camino de conseguir lo que queremos, es agradecer lo que tenemos. Abrazar nuestro hoy no significa ser conformistas, sino ser capaces de valorar y apreciar lo que la vida nos regala hoy.
Superar la culpa. La culpa es un atadura terrible. No nos permite avanzar. Nos hace sentir atrapados y condicionados por ella. Es un peso que abruma y estanca. Empecemos por perdonarnos y ser compasivos con nosotros mismos. No vale la pena seguir rumiando lo mismo que nos hace daño. Paremos de recriminarnos y condenarnos por lo que ya pasó. Para lograr avanzar de una vez por todas, necesitamos liberarnos de ese sentimiento castigador. Superar la culpa es tener la valentía para decidir cambiar nuestro dolor por paz. ¿Cómo hacerlo? Tomando el aprendizaje y decidiendo pasar la hoja. Dejemos de mirar atrás y sigamos adelante. No podemos modificar el pasado, pero sí escribir el futuro que queremos. Deshacernos de la culpa nos abrirá nuevos y maravillosos caminos. Dejemos el daño y el dolor que nos causa, no nos demos más látigo.
Nos acostumbramos a sobrevivir, no a vivir. Pareciera que tenemos el sufrimiento tatuado. Vivimos en una constante lucha y nos olvidamos de disfrutar, pensando siempre que mañana será mejor. Se nos desvanece el hoy en los suspiros por la llegada del mañana. Si bien todo requiere esfuerzo -en mayor o menor medida-, eso no significa que no seamos merecedores de pasarla bien. Esa falsa idea de que hay que tener x ó y para ser felices y vivir a plenitud, nos ha condenado. Necesitamos lo que tenemos. No busquemos más. De lo contrario, nuestra vida se convierte en una maratón de conseguir cosas, que al final nos desvían de conocernos y disfrutar. Conozco personas que disfrutan con muy poco y otras, en un frenesí mental por el siguiente objetivo. Y en eso, se les ha consumido la vida, la tranquilidad y la salud. Recordemos que no es una competencia con el otro, sino una vida de autoconocimiento y crecimiento la que vinimos a tener. Vinimos a disfrutar, y para disfrutar hay que despertar. No sigamos dormidos.
La cuarentena es el hoy común a todos. La cuarentena ha sido un espejo para todos. Ha sido la cosecha de lo que hemos sembrado. Nos ha llevado a recapacitar acerca del valor del aquí y del ahora, de no dar nada por sentado. También a reflexionar acerca de nuestro estilo de vida y de para dónde vamos. A mi por ejemplo, me ha hecho más consciente del regalo del hoy. Me ha llevado a aceptar con paz las cosas por las cuales me preocupaba y a disfrutar con más intensidad lo que soy y tengo hoy. Ha sido un mega recordatorio de lo vulnerables que somos y de lo cambiante que es todo. Ha venido a darnos una lección de desapego, a recordarnos la necesidad que tenemos los unos de otros y a apreciar el valor de lo sencillo: Poder respirar. Así que a aceptar, agradecer y disfrutar nuestro hoy, que es todo lo que tenemos.
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