El regalo de escribir. Escribir durante éstos 2 años todas las semanas, ha sido un viaje maravilloso: Una exploración personal, un desafío constante. Escribir es un regalo que me doy, es un reencuentro conmigo misma, con mi esencia y el gusto por plasmar en palabras lo que siento y pienso. Ha sido una reconexión con lo más profundo de mi ser, un acto sincero y valiente de no dejar guardado para mí, sino compartir con el mundo mi visión. Trascender el monólogo personal, las conversaciones con seres queridos y llevar una porción de mi a las letras. Con mi estilo, con mis formas, con mi impronta. Durante este tiempo he sentido cómo vibro diferente y resueno más con otras personas, que al igual que yo, pero tal vez en formas diferentes, también están en una búsqueda personal. Escribir es una puerta que me ha conducido a un mundo de ideas, donde al final encuentro que todo está conectado con todo. Que este proyecto tiene un por qué, una profunda razón de ser. Es una manifestación de mi alma que me nutre, me edifica y me fortalece.
Todo conecta con todo. No somos ajenos a lo que acontece a nuestro alrededor. Ni el mundo ajeno a lo que pasa con nosotros. Todos estamos conectados. Y esa sencilla pero potente premisa, nos revela la unidad que todos somos. Nos hace conscientes de nuestro impacto. Que nuestros actos no pasan desapercibidos. Somos energía pura. Que así como nuestro amor sana, nuestra vibración baja también afecta a los demás. Agradezco las manifestaciones generosas de cariño de quienes me han leído, y que le dan un verdadero sentido a continuar escribiendo: Compartir y ayudar. Somos caminantes de la vida. Unas veces con plan y otras con improvisación. Y encontramos en cada paso personas, circunstancias, pequeñas sutilezas que van iluminando nuestro despertar. A veces nos dan respuestas y otras nos plantean preguntas. Son recordatorios de nuestra condición permanente de aprendices. Resonamos con lo que nuestro ser es. Todos con su ritmo, pero de forma perfectamente sincrónica. Esto me ha hecho evidenciar que no hay casualidades, sino causalidades. La vida nos va poniendo como desafío lo que nuestro espíritu necesita aprender para seguir evolucionando.
Seguir nuestro instinto. Sin pena y con convicción. Dejándonos guiar por esa sabiduría interna. Esa fuerza que nos mueve y que siempre cuida de nosotros. Que sabe lo que nos conviene, que nos pauta las decisiones y los pasos a dar. Salvaguarda nuestra integridad, nuestra esencia y el plan para el que hemos sido predestinados. El instinto es nuestro ángel guardián. Nos habla al oído, pone esa vibración de confianza en nuestro corazón para llevarnos a la acción. Nos protege, sabe qué nos conviene, con quién y en qué momento. Nos ayuda a discernir y nos muestra siempre el mejor camino a seguir. El instinto nos empuja y nos pone en el lugar en el que el universo nos necesita: Es pura conexión divina, es un acto grandioso de fé. Nuestro instinto sabe lo que nos hace bien, en qué medida y por cuánto tiempo. El instinto es Dios en nosotros: Esa voz interna, que resuena con fuerza y nos invita siempre a volar.
Manifestar lo que deseo. El famoso merecimiento. Esa poderosa creencia en un universo generoso y abundante. Escribiendo estoy manifestando lo que deseo: Aprender de otros y también ser faro. Los roles todo el tiempo se van intercalando y todos hacemos parte de esa mágica dinámica. Los milagros son manifestaciones de la divinidad y todos los días ocurren. Son percibidos por quienes tienen la sensibilidad para saberlos identificar y apreciar. Justamente el convertirme en mamá, me permitió ver en perspectiva el regalo grandioso de la vida y animarme a iniciar este blog: https://lilicitus.medium.com/ser-mam%C3%A1-7841e70925d1 Los milagros nos llevan a vivir en constante asombro, a no dar nada de lo que tenemos por sentado. A veces la rutina nos distrae, los caprichos personales no nos dejan ver más allá. Poder apreciar el milagro del amor, es una muestra de enorme sabiduría. El amor que abraza e ilumina, que reconstruye la vida. Podemos ir por las ramas, recorrer, perdernos y volver a encontrarnos. Pidámosle a la vida, que ella nos provee. Solo, no olvidemos hacer nuestra parte: Actuar y confiar.
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