Cuando hay amor, todo sabe mejor. Comencemos por el amor propio. Si nos amamos y aceptamos, si nos reconocemos valiosos, todo sabe mejor. Disfrutamos lo que somos y nos proyectamos con determinación hacia lo que queremos lograr. El amor en todas sus maravillosas y múltiples representaciones, constantemente nos invita a avanzar. Solo amándonos, nos van a amar. Y esa sencilla pero poderosa premisa, hará que todo sea diferente en nuestra vida. Que no estemos pendientes de la validación y el aplauso, sino que sencillamente seamos nosotros mismos sin condicionamientos ni medidas. Por supuesto que la mirada y la opinión de los otros nos retroalimenta y nos ayuda a mejorar, pero no tiene porque determinar nuestro nivel de autoestima y lo empoderados que nos sintamos frente a la vida. Que conscientes de la diferencia abismal que representa amarnos, tomemos la decisión diaria de hacerlo, y de hacerlo con intensidad.
Atravesando la neblina. Todos pasamos por momentos difíciles. Ninguno de nosotros está exceptuado. Sin embargo, más allá de las dificultades normales de la vida, es una decisión personal hacer de cada dificultad una oportunidad y no un constante drama. Siempre pensamos que el otro tiene la vida resuelta y el otro piensa lo mismo de nosotros. Enfoquémonos en nuestro camino y en nuestra capacidad guerrera de siempre salir adelante. Seamos protagonistas de nuestra historia y escribámosla lo mejor posible. Hace parte de la vida tener desaciertos, desamores, sinsabores… Y depende de cómo los enfrentemos, qué tan rápido vamos a seguir adelante. Cada uno acudirá a sus recursos emocionales y espirituales para gestionar sus momentos difíciles. Si bien hay un duelo normal cuando terminamos una relación, nos despiden de un trabajo, sufrimos un desengaño, concluimos una etapa, lo que queda de ahí en adelante es sencillamente: Continuar.
Accionar. Así como un auto que se queda largo tiempo estacionado, se le descarga la batería, así también nos pasa a nosotros cuando nos quedamos prolongadamente quietos: Se nos acaba la pila para seguir la vida. El movimiento nos hace bien, nos abre caminos y posibilidades. Si acompañamos nuestros objetivos de un plan de acción, estaremos dándole forma concreta a lo que queremos. No basta solo con soñarlo, hay que labrarlo. A veces por miedo, pereza o cansancio, nos quedamos quietos. Y no está mal parar para recargar, lo que no está bien es quedarnos ahí por largo tiempo. Lograr encontrar el balance entre estar activos y descansar, sin perder de vista la importancia de ambos, es el gran desafío. Nos escudamos muchas veces en afirmaciones como: “No sé”, “no puedo”, “después lo hago”. ¡No más excusas! Cada día es una hermosa oportunidad de salir a conquistar lo que anhelamos. Como se dice coloquialmente “Al que quiera, que le sepa”. Ósea, hay que esforzarnos y hacerlo al máximo.
Nadie tiene garantizado cuánto tiempo va a vivir. A veces vivimos como zombies, repitiendo las mismas actividades todos los días. Sin una verdadera conciencia del regalo que representa estar vivos. Postergamos hacer lo que nos gustaría, asumiendo que tenemos tiempo ilimitado. Desde adelgazar y hacer ejercicio, hasta cambiar de trabajo y hacer ese viaje anhelado. Lanzarnos al ruedo con el emprendimiento que tanto queremos, aprender a cocinar, aprender un nuevo idioma. Cada uno tiene una lista de lo que le gustaría, pero guardada para hacerla en el “momento ideal”. Cada día representa ese momento ideal. Por supuesto que hay condiciones que favorecen más que otras, pero al final somos los encargados de hacer que las cosas funcionen con lo que hay. Que nos seamos del grupo de los que posterga, sino de los que se atreven y van por lo que quieren, sabiendo que el tiempo es limitado y que no hay que dar nada por sentado.
Muchas gracias por leer este post! Si te gustó o sientes que te sirvió para reflexionar, déjame un clap👏🏼 Y te invito a que me sigas por aquí o por Instagram en @lilicitus_blog, para que te enteres de las próximas publicaciones. Hasta la próxima!
Bendiciones para todos! 🙏🏻