Cualquier momento, es un buen momento. No importa la edad ni las circunstancias. Cada momento representa una oportunidad única. Sea para avanzar o para detenernos, para reflexionar, para perdonar, para hacer un cambio de rumbo en nuestra vida. Cada momento representa una posibilidad de transformación, de crecimiento, de reinvención. Cada momento nos da el chance de intentar, de aprender, de proyectar. Cada momento, es un buen momento para hacer lo que hemos tenido aplazado, lo que no nos hemos animado a hacer por x ó por y, para arriesgarnos e intentarlo; para cerrar ciclos e iniciar otros, para dejar miedos y apegos a un lado. Cualquier momento es un buen momento para cuestionarnos, para replantearnos prioridades, para repensar nuestro camino. Para reírnos, para disfrutar, para soltar y alivianar la carga que llevamos en nuestros hombros. Cada momento representa un regalo que la vida nos brinda para reconocernos, reconectarnos y resignificar nuestro existir. Para agradecer y honrar nuestro camino, para reavivar la alegría y continuar dejando el mejor legado a nuestro paso: El amor.
No hay condiciones ideales. Pueden haber condiciones favorables, pero no perfectas. Y también por supuesto, condiciones difíciles, que nos compliquen llevar adelante nuestros proyectos. Si realizar un sueño o conquistar una meta, estuviese en función de contar con las condiciones perfectas y tener todas las variables bajo control, creo que nadie lograría nada. Esperar ese día soleado con brisa fresca, con el fondo de mariposas y 3 arcoíris enmarcando la escena, con el reconocimiento y aplauso de la gente a nuestro alrededor, es algo utópico. Podemos contar con el apoyo de la gente que nos quiere, pero el resto de variables son una lotería. Esperar que todo sea como esperamos o queremos, para auto motivarnos a actuar es un sinsentido. Tenemos que encargarnos de forma creativa de ver cómo hacemos para hacer realidad lo que queremos. Trabajo, perseverancia, tolerancia a la frustración, son apenas 3 ingredientes de los muchos que le tenemos que poner a nuestra receta. Hay que salir al ruedo y ver cómo ir avanzando a pesar de lo que se va presentando. Intentarlo es lo más importante, porque nada ganamos quedándonos estáticos.
Manos a la obra. Dejar de soñarlo y llevarlo a la práctica. Intentándolo probamos si es por ahí o si tal vez hay que explorar otros caminos. Aprendemos de las experiencias que nos atrevemos a tener, conocemos personas que nutren nuestra visión y nos vienen ideas frescas. Nos empoderamos viendo que sí podemos, que el freno más grande está en nuestra mente. Que el límite más grande son nuestros temores. No es pensar en que pierdo si no soy exitoso en el primer intento, sino que voy ganando en conocimiento y experiencia, y que cada paso me va abriendo la posibilidad de explorar y recorrer otros caminos, que ni siquiera me hubiera imaginado. Comenzar por ponernos tareas concretas a realizar, que sean factibles de hacer, para no generar una frustración por adelantado. Cacharrear, probar, intentar. Establecer un plan de acción y un tiempo para llevarlo a cabo. Y lo más importante, disfrutar del proceso, porque una vez las cosas se encaminan todo fluye más y mejor.
Muchas gracias por leer este post! Si te gustó o sientes que te sirvió para reflexionar, déjame un clap👏🏼 Y te invito a que me sigas por aquí o por Instagram en @lilicitus_blog, para que te enteres de las próximas publicaciones. Hasta la próxima!