Hace 3 semanas viajé a Argentina, después de casi 3 años sin regresar. Los preparativos del viaje estaban en marcha cuando, inesperadamente, recibí un mensaje por WhatsApp. Era un canalizador colombiano con quien había intentado tener una sesión durante ¡dos años! Recuerdo que la primera vez que lo contacté, me dijo que tendría que esperar meses. En aquel momento, simplemente pensé: “Ok, se dará cuando tenga que darse”.
Finalmente, el día había llegado y valió la pena esperar.
Un giro inesperado: El retiro en Funes
Curiosa por saber más del canalizador, revisé su perfil de Instagram. Elegí al azar un live que había hecho con una médica oncóloga argentina. En ese video, ella contó una experiencia especial en la que la Virgen le envió una señal. Su historia resonó profundamente conmigo. Al final del live, la doctora mencionó: “Nos vemos en Funes, el 22, 23 y 24 de noviembre para nuestro retiro”.
Pensé: “Para esa fecha ya me habré ido de Argentina”. Pero algo me hizo revisar el calendario. Era justo el último fin de semana antes de mi regreso. Comenté la idea con mi esposo, busqué más detalles y puse mi intención en manos de Dios. Le pedí que me mostrara si realmente debía ir.
A partir de ese momento, empecé a ver números espejo: 11:11, 17:17… Tomé esto como una señal. Escribí al canalizador y él respondió: “Si puedes hacer el retiro, es el mejor regalo que le puedes hacer a tus hijos. Lo mereces”.
A pesar de mi emoción, me preocupaba separarme por primera vez de mis hijos durante 3 días. La decisión me aceleraba el corazón. Pero pedí una última confirmación: Esa noche soñé con el canalizador diciéndome: “Ven, ven”.
Así fue como, el Viernes 22 de Noviembre a las 8 a.m., llegué a la terminal de Rosario para un retiro que no había planeado… pero que me regalaría la información valiosísima.
A pesar de mi emoción, me preocupaba separarme por primera vez de mis hijos durante 3 días. La decisión me aceleraba el corazón. Pero pedí una última confirmación: Esa noche soñé con el canalizador diciéndome: “Ven, ven”. Así fue como, el viernes 22 de Noviembre a las 8 a.m., llegué a la terminal de Rosario para un retiro que no había planeado, pero que la vida sí.
Conectar con desconocidos y conmigo misma
Hacía mucho tiempo que no viajaba sola. Me propuse disfrutar, aprender, conectar conmigo misma y fluir con lo que la vida me presentara. Durante esos días, conocí personas e historias maravillosas. La mayoría de las asistentes eran mujeres, cada una con un proceso profundo:
- Algunas lidiaban con problemas de salud física.
- Otras atravesaban un duelo o se sentían agotadas de cuidar siempre a los demás, olvidándose de sí mismas.
- Algunas más habían alcanzado un alto estatus profesional, pero pagaban el precio de no descansar.
Lo que nos unía a todos era el deseo de sanación y autoconocimiento.
El regalo que me marcó
Al final del retiro, formamos un círculo para agradecer. Tras algunas palabras, uno de los conferencistas dijo: “Si alguien siente regalarle a un compañero su cristal o amuleto, este es el momento”. En mi mente pensé: “¿Quién va a regalar algo tan especial?”.
De repente, una compañera se levantó y dijo: “Yo se lo quiero regalar a Angie”.
Me quedé sin palabras. El gesto me conmovió hasta las lágrimas. No era solo un regalo físico: Era un acto de amor, desprendimiento y generosidad. Ese amuleto ahora me acompaña, recordándome que no necesitamos nada para sentirnos completos. Todo lo que necesitamos ya está dentro de nosotros: Nuestro amor es nuestro poder personal.
La lección: Vivir sin expectativas
Este retiro, que jamás estuvo en mis planes, me enseñó el poder de soltar el control y confiar en el proceso. La vida siempre puede sorprendernos si nos permitimos fluir y dejar de lado las expectativas.
A veces, lo que más necesitamos llega de forma inesperada, como una señal, un sueño, o un acto de amor de alguien que apenas conocemos. Todo lo que debemos hacer es abrir el corazón, escuchar nuestra intuición y confiar en que todo sucede en el momento perfecto.
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