¿Cómo comenzó mi desarraigo?

Lilicitus
4 min readNov 1, 2019

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Hace 9 años salí de Colombia rumbo a Argentina. Recuerdo como si fuera ayer ese día: Cuando íbamos camino al aeropuerto con mi mamá en el carro, la fila larguísima para el vuelo de Aerolíneas Argentinas, el acento argentino de las personas que esperaban conmigo… Recuerdo también a un chico rubio de rulos, de ojos claros y bajito de estatura, que reclamaba en el mostrador: Es que me querés cobrar mil “mishones” de dólares? Decía en voz alta, reclamando por un sobreequipaje que le querían cobrar. Era mi primer viaje internacional y estaba muy emocionada! Fue un vuelo directo de poco más de 6hs y al llegar al aeropuerto, me estaba esperando una familia argentina que mes y medio antes habíamos conocido en un viaje a Santa Marta con mi mamá. Fue un gesto hermoso el haberse ofrecido a recibirme en el aeropuerto. Recuerdo la alegría y el cariño con el que me recibieron, estaban a la salida con todos los familiares y amigos, y al verme me llamaron por mi nombre y salieron a mi encuentro. Estaba la mamá, el hijo y la nuera, me dieron un abrazo, me ayudaron con las maletas y fuimos hacia el estacionamiento del aeropuerto. Subimos a su auto rumbo al barrio de Palermo. Era de noche, llovía y yo miraba por la ventana empañada del auto los edificios, las luces, los demás autos en movimiento por la autopista... La ciudad que me recibía: Era una sensación linda, una mezcla de expectativa y adrenalina, de verme finalmente pisando Buenos Aires. La familia me llevó hasta el departamento donde mi hermana y su novio, que habían viajado 15 días antes a Buenos Aires, me recibieron con una gran emoción y calidez, y también una comida deliciosa que habían preparado para darme la bienvenida!

Al llegar uno se genera una autoexigencia enorme. Uno quiere hacer las cosas lo mejor posible, trata de aprovechar el tiempo al máximo, de aprender rápido y de avanzar todos los días en la realización de los objetivos que se ha propuesto. Uno está donde quería o a donde por x circunstancia le tocó estar, y comienza a rodar la película en 3, 2, 1,.. Cada uno viaja a otro país por motivaciones e ideales diferentes, pero todos llegamos a hacer curso rápido de manejo de moneda, transporte público, ubicación en la ciudad, búsqueda de trabajo, etc. Comenzar a familiarizarse con la cultura, entender los códigos y comenzar a ganar un lugar. Es un proceso que emocionalmente conlleva altos y bajos, pero al final el proceso de adaptación nos fortalece y nos hace madurar, nos ayuda a valorar y agradecer lo que teníamos ó éramos en nuestro país. Muchas veces el salir nos permite ver en perspectiva nuestra vida y tener una actitud más determinada en lo que queremos conseguir, saca nuestras agallas. Salir de nuestro lugar de origen, de donde hemos vivido, es un viaje que nos lleva físicamente al exterior, pero a la vez nos permite viajar hacia nuestro interior, nos ayuda a conocernos mejor.

Nos convertimos a los fans #1 de nuestra tierra, pero también en sus más grandes críticos. En la medida que transcurre el tiempo, y si tenemos la oportunidad de regresar a nuestro país de visita, comenzamos a ver con otros ojos las cosas. Nos invade una alegría inmensa el reencuentro con nuestros seres queridos, pero a la vez la molestia y la indignación por seguir viendo los mismos problemas: El mismo hueco en las calles del barrio, la falta de infraestructura, el trancón habitual por la falta de la obra,… y ni decir si uno se fija en los salarios que ofrecen en los portales de empleo, porque eso sí que es un irrespeto absoluto y una tremenda desmotivación para los profesionales. Otra cosa que no me gusta y critico es la oferta televisa de los canales en Colombia, que sigue siendo la telenovela en la mañana, en la tarde y en la noche, una gran ausencia de programas de contenido educativo que instruyan e inviten a pensar diferente. En otros países no es que sean color de rosa las cosas, pero hay un grado de avance diferente.

Más allá de lo bueno y lo malo, uno extraña sentirse parte. El sentido de pertenencia se comienza a diluir, y más con el paso del tiempo. Uno se siente feliz y orgulloso de sus raíces, pero comienza a hacer historia personal y profesional en otra parte, a generar vínculos a donde está viviendo ahora. Y al ir transcurriendo el tiempo, el corazón va teniendo una parte de su latir en la tierra que lo vio nacer y otra en la que lo ha recibido, y que ahora es su casa la mayor parte del tiempo. Al final uno es de donde sea o esté su corazón, sus afectos. Cuando uno se reencuentra con su familia, sea que uno viaje o ellos lo visiten, ese sentimiento que se genera es único, mágico e indescriptible. Cuando estamos todos reunidos, no es una cuestión de dónde estemos, sino el hecho de estar juntos. Es una sensación de hogar, de pertenencia, de amor filial. Es una alegría inmensa que trasciende tiempo y espacio, sea que estemos aquí o allá. Siempre el estar con la familia será el mejor regalo, nuestra mayor fuente de recarga de energía y nuestro más grande arraigo.

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Bendiciones para todos!

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Written by Lilicitus

Me apasiona escribir sobre valores humanos y espiritualidad. A través de reflexiones y anécdotas, busco inspirar, aportar perspectivas y conectar con el corazón

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