Para unas cosas naturalmente nos tenemos más confianza y para otras menos. Por preconceptos, por presión externa o excesiva autoexigencia, algunas veces podemos actuar con muchísima seguridad y otras veces no tanto. La seguridad y la autoconfianza la vamos ganando lanzándonos al agua, intentándolo. Creer en nosotros mismos, es la mayor y más grande apuesta de nuestras vidas. El mayor acto de amor. Si no creemos en nuestro increíble valor, ¿quién más lo va a hacer? Vamos ganando cancha, exponiéndonos, no escondiéndonos. Es clave y determinante en este proceso de autoconocimiento probarnos en distintas situaciones e ir ganando confianza paulatinamente. Superando temores e inseguridades. Aprendiéndonos a conocer y desenvolver con cada situación, porque al final cada día es un 3,2,1 acción y cada uno lo vive con la actitud que decide.
Ser consciente de que no es una competencia con nadie. La metamorfosis de oruga a mariposa, ocurre sin que una oruga este pendiente de la otra. Cada una lleva su proceso. Así ocurre con nosotros, podemos observar el florecer de otra persona sin estar compitiendo. Vemos para aprender e inspirarnos, pero no para atrincherarnos. Ni mucho menos para sentirnos que vamos tarde o somos incapaces. Disfrutar nuestro camino, avanzar con nuestros tiempos, honrar nuestro proceso. Es muy subjetivo decir que para alguien es más fácil o difícil lograr algo, porque desconocemos su historia e ignoramos su contexto. Es más objetivo fijar nuestra atención en nuestros propios desafíos, porque nos conocemos y sabemos lo que nos han costado las cosas. Qué ha sido más fluido y qué nos ha costado más trabajo. Si logramos enfocarnos para hacer un trabajo interior más consciente, vamos a vivir un proceso personal de crecimiento más pleno y menos viciado por estar mirando al de al lado.
Ponernos objetivos y disfrutar nuestro proceso. Ser organizados y ambiciosos, pero no atiborrarnos de una lista de objetivos sinfín. Sentirnos abrumados por estar en un carrera interminable de hacer y de cumplir. Trazarnos metas que exijan de nosotros un esfuerzo, sin que nos generen una sensación de agobio. Tener objetivos sin cumplir, o que han tomado más tiempo del esperado, no tiene porque generarnos angustia. Los tenemos en proceso y eso ya es de por sí algo muy importante. Que seamos responsables, no implica andar siempre preocupados, con taquicardia o desvelados. Ser responsables es encaminar nuestros proyectos y disfrutar el proceso. A veces no hemos cumplido nuestra grilla de objetivos actual y ya estamos pensando en la siguiente, dejando de estar presentes y de disfrutar el camino que estamos recorriendo hoy. Por supuesto que hay que planificar, pero también no nos olvidemos de disfrutar.
Decidir desplegar nuestras alas. A veces necesitamos colapsar, para desplegar. Posponemos desplegar nuestras alas buscando condiciones ideales. Démosle micrófono a nuestros sentimientos y atrevámonos a hacer lo que nuestro corazón nos dicta. Lejos de etiquetas y de juicios -tanto externos, como propios-. Que nuestro deseo ser y expresarnos genuina y verdaderamente, sea más grande que nuestra necesidad de encajar. Que dejemos de cargar el peso de defraudar a los demás. Que no nos oprima y nos asfixie más el qué dirán. Dejemos esas limitantes autoimpuestas y esas otras que nos han querido dar. Permitámonos volar. Cuestionémonos y no olvidemos que nuestro GPS puede recalcular. Hagámonos preguntas, pidamos ayuda, busquemos herramientas que nos puedan ayudar. Y como dirían en México: “Echémonos un clavado a nuestro interior”. Dejemos tanta represión y fluyamos. Si lo hacemos convencidos, no necesitamos la aprobación de los demás.
¡No le tengamos miedo al colapso, porque de ahí nacen las estrellas! ✨
Muchas gracias por leer este post! Si te gustó o sientes que te sirvió para reflexionar, déjame un clap👏🏼 Y te invito a que me sigas por aquí o por Instagram en @lilicitus_blog, para que te enteres de las próximas publicaciones. Hasta la próxima!