Recordar siempre que vinimos a ser felices. La vida se pasa súper rápido y no vale la pena pasarla tristes o preocupados. Si bien hay cosas que nos gustaría que fueran diferentes, es una decisión personal el disfrutar la vida todos los días. Entendiendo que disfrutar la vida no es fingir felicidad sino decidir ver lo bueno en cada momento y etapa. Optar por no amargarse ni amargar a los demás. Brindar alegría, ser entusiastas, dispuestos, generosos. La felicidad es un estado que logramos al aceptar con paz aquello que no podemos cambiar y disfrutando lo que la vida en su generosidad nos da. Apreciando siempre los pequeños detalles en los que la divinidad se hace presente: Despertar, poder respirar y ver la luz de un nuevo día. Hay mucho por lo cual sentirnos afortunados.
Capacidad de disfrute. Nuestra capacidad de disfrute está medida en nuestra habilidad para ver lo bueno y nuestra capacidad de adaptación a lo no tan bueno. Disfrutar no es resignarse a lo que no nos gusta, sino decidir sobrellevarlo con la mejor actitud. Nuestro disfrute muchas veces se afecta porque no se cumplen nuestras expectativas: Nos frustramos, nos molestamos y dejamos de pasarla bien. Y ahí lo clave es nuestra gestión emocional, nuestra madurez espiritual, nuestra humildad, para dejar de lado la montaña de expectativas que teníamos y acomodarnos a lo que hay. La vida nos va curtiendo en ese arte de aprender a disfrutar a pesar de que no se cumpla lo que queríamos y nos va haciendo más dóciles y todoterreno. Disfrutar o no, depende de nosotros y de nadie más.
¿Qué nos puede ayudar a disfrutar la vida? Agradecer por absolutamente todo lo que tenemos. Enfocarnos en lo que tenemos y no en lo que nos hace falta. Ver en cada obstáculo una oportunidad de crecimiento y despertar, porque cada dificultad nos permite ver lo que antes no veíamos, nos hace más conscientes y más sensibles a apreciar lo verdaderamente importante. Aunque le rehuyamos al sufrimiento porque naturalmente duele e incomoda, aceptarlo como parte de la vida, nos ayuda a crecer. Un desbarajuste a nuestros planes nos hace ver la vida de otra manera, nos lleva a hacer un alto en el camino y a aprender las lecciones que necesitamos. La vida tiene muchas maneras de enseñarnos y encaminarnos: Unas sutiles y otras más fuertes. Elijamos conscientemente el camino de aprender “a las buenas”. Tratemos de aprender a través de nuestra capacidad de disfrute que todo es perfecto si así lo queremos ver. Y desafiémonos a dejar la queja y el capricho de querer tenerlo todo controlado, para disfrutar de las cosas simplemente como vengan.
No esperar tanto. Las expectativas a veces nos juegan una mala pasada. Sea por agradar, por no defraudar, por autoexigencia, las expectativas terminan siendo o nuestras grandes aliadas o nuestras más grandes enemigas. Esperar que se den las cosas como nos gustaría es un acto natural, todos esperamos eso. Tenemos una escena o película de cómo nos gustaría que se dieran las cosas en nuestra cabeza. Y cuando no se cumple lo que deseábamos, viene la frustración. La vida es generosa y aunque a veces las cosas no se presenten en la forma y tiempo que esperamos, sabe darnos en el momento justo lo que necesitamos y lo que merecemos. La consigna debe ser esperar lo mejor y soltar los temas, no convertirlos en una obsesión. Confiar de corazón. Soltarnos de las expectativas y dejarnos sorprender en la sabiduría de la vida misma. No es una carrera con nadie, es una carrera de autoconocimiento y crecimiento, así vamos realmente a disfrutar la vida. Y por último, pero no menos importante, vamos a disfrutar la vida dando más y esperando menos.
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