El arte del dominio propio 🥋

Lilicitus
3 min readSep 2, 2020

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El dominio propio es un músculo que debe ser fortalecido. Y esto se logra ejercitándolo. Hay que practicar el dominio propio todos los días y permanecer súper atentos. Siempre está presente la tentación de responder impulsivamente, sin reflexión. A la topa tolondra, como diríamos en Colombia. De responder desde nuestro ego herido y no desde la calma. Generalmente cuando estamos enojados y decaídos, tendemos a perder el dominio propio. A estallar y a “despacharnos”. Sentimos que la emoción nos excede y que no la podemos controlar. Tendemos a tener reacciones explosivas sin medir consecuencias, y después nos sentimos culpables. Yo particularmente, en momentos de tensión y conflicto, trato de hacer silencio interno y le pregunto a Dios: ¿Qué harías tú en mi lugar? ¿Te quedarías callado, te irías? ¿Alegarías? Y eso me hace recapacitar, bajar la guardia y responder con tranquilidad. No me hace infalible a tener una mala respuesta, pero me ayuda a medirla.

Tener dominio propio sobre nuestros pensamientos. Nuestra mente es la central de operaciones que domina todo nuestro ser. No podemos permitir que pensamientos negativos controlen nuestras emociones y sentimientos, nuestras palabras ni mucho menos cómo actuamos. A veces tenemos ideas, pensamientos o videos en contra de Dios u otras personas, y aún en contra de nosotros mismos, por nuestra falta de enfoque. Vivimos dispersos en tantos temas, que terminamos equivocadamente enrollándonos en los que no nos agregan valor. Le regalamos a veces nuestra atención a cosas o personas que no son realmente importantes. Evitemos enfocarnos en lo que “sospechamos” o en ideas que no se corresponden con la realidad y que nos roban la paz. Por el contrario, hagamos nuestro mejor esfuerzo para ejercer autocontrol sobre lo que pensamos, procurando ser súper conscientes que de ello se derivan la calidad de nuestros sentimientos y emociones. El gran reto: Disciplinar nuestra mente y prestar atención. Tener fuerza de voluntad para dominarnos.

Ejemplos de dominio propio hay muchos. Dominio propio para cuidarnos (alimentación, ejercicio), para administrar nuestro tiempo, para expresarnos de forma positiva y dejar la tentación de la queja, para evitar el chisme y enfocarnos en vivir nuestra propia vida. Dominio propio para hacer una búsqueda espiritual consciente y constante; para mejorar todos los días y trabajar en tener una mente renovada. Y dominio propio en cualquiera de la áreas, implica autocontrol y autodisciplina. En la teoría suena muy lindo y sencillo, pero la práctica es el verdadero desafío. Es un entrenamiento constante. Debemos tener una convicción tan inmensa como nuestro deseo de ser mejores, para no desfallecer en el intento. Porque en cualquier momento -generalmente en el menos esperado y cuando nos sentimos más “espirituales”- podemos pasar de ser los más dóciles a los más agresivos en nuestras reacciones. Así que atenti 👀

Generalmente la gente mal educada saca lo peor de nosotros. Nos deja en la cuerda floja de la respuesta áspera o la tranquila. Decimos tener motivos suficientes para contestarles como se merecen. Sin embargo, ¿qué ganamos? ¿Ponernos a su nivel? Tener dominio propio no es una fórmula. Nadie tiene la receta. Es un proceso personal, que requiere mucho trabajo. Es un camino que cada uno recorre. Depende de las herramientas emocionales que cada uno tenga para reaccionar bien o mal. Hay momentos en los que estamos en modo “Zen” y otros en los que parecemos hombres sacados de las cavernas con el garrote. No podemos controlar lo que nos pasa, pero sí cómo reaccionamos. No digo que seamos permisivos y que nos pasen por encima. Me refiero a que no es necesaria una respuesta arrebatada e impulsiva. Podemos poner los puntos sobre las íes con educación y contundencia, sin hacer ningún tipo de exhibición de lucha libre. Un ejemplo claro de dominio propio.

“Esfuércense por añadir a su fé, virtud; a su virtud, entendimiento; y a su entendimiento, dominio propio”. (2 Pedro 1:5–6)

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Bendiciones para ti!

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Written by Lilicitus

Me apasiona escribir sobre valores humanos y espiritualidad. A través de reflexiones y anécdotas, busco inspirar, aportar perspectivas y conectar con el corazón

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