El perdón lo definiría como la capacidad de decidir a nivel físico, mental, emocional y espiritual, que una mala experiencia no me siga haciendo daño; de no permitir que me siga causando tristeza, dolor e impotencia, e incluso predisposición. De no darle más poder a esa acción que me hirió, de que lo siga haciendo. De decidir pasar la hoja y avanzar. De tratar de entender y aceptar con paz, que algunas veces unas personas afectan a otras, desde su miedo e ignorancia. Si bien no es un proceso fácil el de perdonar, es la decisión más liberadora que se puede tomar. Se requiere valentía y mucha nobleza para hacerlo. Es la acción más sabia que podemos emprender para nuestro bienestar. Si permito que la afectación de la ofensa perdure en el tiempo, voy a seguir dándole la capacidad de hacerme daño. Y el objetivo por supuesto, es no seguirme amargando por el pasado que no se puede cambiar, pero sí modificar mi mirada hacía el futuro.
El perdón nos libera de un peso, nos ayuda a soltar lo viejo y hacer espacio para recibir lo nuevo. Perdonar nos permite un nuevo comienzo. Nos renueva. Nos permite disfrutar con conciencia del aquí y el ahora, porque nos libera de la trampa mental del pasado. El perdón restituye nuestra relación con nosotros mismos. El perdón es sanador. El perdón es un acto de bondad hacia nosotros y hacia los demás. El perdón nos ayuda a ver la vida nuevamente con esperanza, a dejar revanchismos de lado y asumir el protagonismo de nuestra historia. No vale la pena aplicar el “ojo por ojo y diente por diente”, porque la vida se encargará. Si alguien nos hirió con o sin intención, es algo que está fuera de nuestro control. Lo que está bajo nuestro dominio es cómo procesamos esa emoción -que puede ser dolor, rabia, impotencia- y ahí está la clave que nos puede ayudar a perdonar: La gestión de nuestras emociones. Entender que es humano sentirse afectado, pero que tenemos la posibilidad de gestionar lo difícil para convertirlo en luz, crecimiento y madurez.
“No recuerden lo pasado ni piensen en lo antiguo; yo voy a realizar algo nuevo” (Isaías 43, 16–21). El perdonar es un ejercicio espiritual. Nos permite trascender el dolor y convertirlo en una fortaleza. Las experiencias nos dan sabiduría y el perdonar grandeza. Si bien no es una tarea sencilla, se constituye en una fuente grandiosa de conocimiento personal y de avance en nuestro crecimiento interior. Perdonar nos dota nuevamente de la alegría perdida. La angustia y la amargura no tienen más cabida. Es una decisión que favorece nuestro bienestar y felicidad. No perdonar es un lastre que no nos deja avanzar a la velocidad que querríamos, porque nos ancla. Tomar la decisión de perdonar y de mantener esa decisión en el tiempo, requiere determinación y convicción. Hay que decidir conscientemente no seguirle dando poder a eso que nos pasó para que nos siga afectando en el tiempo. Cada vez que lo traemos a nuestra memoria, nos entristecemos, nos resta energía y lo peor, es que no lo podemos cambiar, es irremediable. Hay que cancelar esa historia de nuestra mente y de nuestro corazón, y liberar ese espacio para todo lo maravilloso que vendrá. No vale la pena mortificarse, si tú hiciste bien las cosas, Dios se encargará. Haz tu parte y Él hará la suya.
El perdón es el mejor regalo que nos podemos dar. El perdón rejuvenece y nos hace ver nuestro hoy con renovado entusiasmo y confianza en nosotros y nuestras posibilidades. El perdonar alivia y reconforta el alma. El perdonar nos da una nueva perspectiva, nos hace caer en cuenta que nuestro tiempo es precioso y limitado, y que hay que invertirlo en aquello que nos hace bien. Hay que soltar culpas y remordimientos, por aquello que pasó, hay que mirar hacia adelante. La historia se puede reescribir y siempre lo mejor está por venir, y bajo esa premisa hay que soltar, perdonar y avanzar. Hay que dejar las expectativas de que el otro reflexione, me pida perdón por la ofensa y se restauren las relaciones. El que tiene que tomar la decisión de perdonar y sanar eres tú; si el que te hizo daño quiere pedir perdón y remediar la situación, será una añadidura. Sé el protagonista de tu historia.
Vale la pena perdonarse y perdonar!
Para reflexionar:
1- Tienes algo pendiente de perdonarte?
2- Qué te hace falta para tomar la decisión de perdonar una ofensa que te hicieron?
3- Cuando perdonas, sientes que vives más liberado?
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