La fé tiene la capacidad de materializar lo que deseamos. Cuando creemos con todo nuestro corazón en algo, alineamos nuestra mente, emociones y acciones hacia ello. La fé genera una energía que atrae soluciones, inspira ideas y moviliza recursos. Nos da el valor de dar pasos hacia lo desconocido, confiando en que el camino se revelará con cada paso que demos. Grandes logros y milagros a menudo tienen su origen en la fé. Es la chispa que enciende la creatividad, la resistencia y la perseverancia. Cuando creemos en nuestras posibilidades, en nuestras metas y en nuestro propósito, abrimos las puertas a lo extraordinario. Es ese puente entre lo que vemos y lo que aún no podemos imaginar, un motor interno que nos impulsa a avanzar cuando las circunstancias parecen estar en contra. Y aquí les cuento una historia, en la que la fé abrió caminos para mí.
Cuando estaba haciendo el trámite de residencia en Migraciones de Argentina, comenzando el 2011, me pasó que al presentarme en la ventanilla, me dijeron que me hacía falta apostillar un papel y que debía sacar otro turno. Yo había esperado ese turno 3–4 meses y no estaba dispuesta a tener que sacar nuevamente otro turno. Me dije: “Ya estoy aquí, soluciono”. De la empresa en la que ya estaba trabajando, me habían esperado con el tema de regularizarme y no quería dilatar más el tema. No me habían recibido los documentos del trámite, porque me hacía falta una apostilla. Agregaron ese nuevo requisito y no habían avisado. Entonces, pedí hablar con el supervisor del funcionario para pedirle que me recibiera por favor los documentos que ya tenía y decirle que me comprometía a llevar el documento que hacía falta el Lunes (era Viernes). Sin embargo, me dijo que no. Pedí hablar con su supervisor y con risa sarcástica me dijo que no. Entonces le dije: “¿Con quién puedo hablar?”
Me señaló un escritorio, al cual me acerqué y le pregunté a la persona si había una forma de aportar el documento que me hacía falta, sin necesidad de sacar otro turno. Tenía todo completo, excepto la apostilla de un documento. Me dijo que había una oficina en otra dirección y que me podía acercar ahí. Me dijo: “Eso sí vete con tiempo y bien producida”. E inmediatamente en mi mente dije no. Este tipo está yendo por otro lado. Sacando valor y dignidad, después de ese comentario desubicado, llamé al de recursos humanos de la empresa y le comenté la situación. Como un papá me dijo que no me preocupara que seguro todo se iba a resolver, que llamara al consulado colombiano y comentara el caso a ver si me podían ayudar. Inmediatamente llamé al consulado y me contestó un amor de secretaria. Me dijo: “Si tú necesitas que el cónsul te firme y te selle el documento. Tráelo que yo me encargo de que lo tengas el Lunes a primera hora”. Y así fue.
Antes de irme ese Viernes de Migraciones, recuerdo que salí a un patio, tomé aire y le pedí a Dios que me iluminara. Ahí volví a entrar y me fui a preguntar el nombre del Director de Migraciones. Volví a la oficina, le comenté a 2 amigas la situación y una de ellas me dijo: “Pedile a tu mamá que rece para que todo se solucione. Nosotras también vamos a rezar por vos”. De ahí me fui al consulado a llevar mis antecedentes penales de Colombia para la firma del cónsul y de ahí me fui para mi casa. Llamé a mi mamá y le pregunté si iba a ir a misa el Domingo y me dijo: “Claro mi amor, como todos los Domingos. ¿Qué necesitas?” Yo con un nudo en la garganta, le dije que por favor orara para que pudiera resolver mi trámite porque tenía que volver el Lunes, sin entrarle en más detalles. “Claro mi amor, cuenta con mi oración”, fue su respuesta.
El Lunes muy a primera hora fui de nuevo a la oficina de Migración. Con plena confianza y convicción que iba a pasar lo mejor. Entré y fui directo a una ventanilla y pregunté por “Maximiliano X”. Recuerdo que la chica se puse de pie, tomó un turno de papel que tenía en una repisa y me lo entregó. Me dijo que me pusiera en la fila, que ya me iban a llamar. Yo tratando de actuar lo más natural posible, me puse en la fila y oré porque me llamaran rápido. A los minutos me llamaron, me recibieron los documentos y me dieron mi constancia de trámite. Wow! Salí como levitando y dando gracias a Dios por su asistencia divina. Fue un milagro. Al analizar cómo se dio todo, veo la mano poderosa de Dios que intervino y me ayudó a resolver algo que no era fácil de solucionar.
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