El poder de la generosidad ⚡️

Lilicitus
4 min readOct 23, 2022

El poder de la generosidad empieza con ser agradecidos. Quien es agradecido, da. Es una forma de retribuirle a la vida, lo agradecidos que nos sentimos con todas las bendiciones recibidas. Hoy en especial recuerdo y le agradezco a mi ex-jefe “El Ingeniero Orjuela”, que era el Director de Calidad, quien fue mi jefe por año y medio. Fue como un segundo papá. Creyó en mí. Me dio grandes responsabilidades. Así que yo me esmeraba por hacer de la mejor manera posible todo lo que me encomendaba para corresponder a su gran voto de confianza. Recuerdo que tras la reestructuración que tuvo la empresa, mi puesto como auditora de procesos desapareció. El gerente de la empresa me llamó a su oficina y me dijo: “Suprimimos su puesto. Usted sabe que no me importa despedir gente, pero como la considero buena, le ofrezco que se quede en otro puesto”. Menudo e inesperado momento. Empecé en otra área de la empresa. Ya desempeñándome en ese otro cargo, como asistente de una línea comercial, estaba viendo un tema con el Gerente de Mantenimiento, quien era gran amigo de mi ex-jefe y me contó: “Tu papá”, refiriéndose al Ingeniero Orjuela, fue quien intercedió por ti. El gerente tenía ya decidido tu despido. Wow, fue una ratificación de que Dios me ayudó a través de él.

Dar con amor y de forma consciente. El poder de la generosidad nos lleva a dar desprevenida y desinteresadamente. Dar es uno de los actos de mayor amor y generosidad. No hay egoísmo ni interés diferente a ayudar. Haya o no una retribución. Si genuinamente nos nace ayudar a alguien, hagámoslo. No lo dudemos. Somos recursos y canales del universo. Si actuamos motivados por el deseo de ayudar -además de ser coherentes con nuestro sentir-, estamos alimentando un círculo virtuoso de generosidad que se expande más y más. Si damos, seguro que cuando necesitemos alguien nos tenderá la mano. Todo lo que hacemos, absolutamente todo, es un bumerán. Todo lo que damos, lo estamos sembrando y no sabemos cuándo será la cosecha. Nuestro dar generoso demuestra nuestra grandeza y especialmente nuestra inteligencia. Si sabemos que nuestro tiempo es limitado aquí en la tierra, que mejor manera de aprovecharlo que dando. Y con dando no me refiero solo a cosas materiales, sino brindando alegría, amabilidad y tiempo. Tiempo para un mensaje, una llamada. Los gestos más sencillos tienen un impacto enorme. Nuestra calidez y empatía ayuda a sanar muchas heridas.

Ser generosos con nosotros mismos. Ser generosos con nosotros mismos es fundamental y debería ser una premisa de vida personal. El poder de la generosidad con nosotros mismos nos ayuda a mantener un sano balance entre lo que nos damos y lo que le brindamos a los demás. De lo contrario, estamos en déficit. Está bien hacer todo lo que está a nuestro alcance para ayudar a los demás, pero sin que vaya en detrimento de nuestro bienestar. Porque si no estamos bien, ¿cómo vamos a ayudar y a brindar ayuda de calidad a alguien más? A veces mal entendemos el pensar en nosotros mismos como egoísmo y nada más alejado de la realidad. Ser generosos con nosotros mismos es la base para estar bien y estando bien, ahí sí poder ayudar a los demás. Tan simple como que si no pagamos nuestra propia cuenta de luz por prestarle el dinero a alguien más, nos van a cortar el servicio a nosotros. Ser generosos comienza con ser amorosos, responsables y compasivos con nosotros mismos. No olvidándonos de establecer límites sanos al momento de servir, que nos permitan mantener nuestra salud mental y emocional.

No esperar nada a cambio. Absolutamente nada. Así como actuamos desde nuestra libertad y decidimos ayudar, así el otro también puede libremente decidir no agradecer. Así que hay que dar sin expectativas de nada, pero siempre desde el corazón. Demos con alegría, diligencia y sin mojar prensa. Dejemos la fanfarronería de estar mostrándole a los demás lo “buenos” que somos. Demos sin estarlo publicando y sin distinción alguna. ¿Quiénes somos nosotros para determinar si alguien merece o no ayuda? Demos mucho, de corazón y sin distinción. Puede que no nos agradezcan o que el agradecimiento no se dé en la forma e intensidad que esperamos, pero eso ya es un segundo plano y además algo que no depende de nosotros. Al final, ¿qué más gratificante que dar de forma desinteresada? La vida en su infinita sabiduría retribuye al generoso de formas inimaginables, grandiosas e inesperadas. El dar nos enseña a entender que ganamos dando y a aceptar con paz cuando no se da la gratitud que esperamos. Dar en sí mismo, es un acto libre que no espera ser reconocido ni retribuido en forma alguna. La verdadera generosidad no necesita reconocimiento. Pero tengamos siempre presente que todo lo que hacemos, bueno o malo regresa multiplicado. No lo olvidemos.

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Lilicitus

Me apasiona escribir sobre valores humanos, espiritualidad y actitudes positivas. Reflexiono, comparto anécdotas personales e intento aportar algo. Es mi legado