El corazón nos muestra el camino. Cada decisión además de pasar por un análisis “racional”, pasa también por el sentir de nuestro corazón. Ese sentir que nos hace inclinar por uno u otro camino, algo que a veces no tiene explicación, pero que actúa a nuestro favor. La intuición nos dicta si es algo que nos conviene o no, y nos hace actuar en consecuencia. Es esa energía sutil pero poderosa, que nos va acompañando en nuestra toma de decisión a lo largo de nuestra vida. Es ese algo que sabemos que tenemos que hacer o decir, porque simplemente lo percibimos así. Es un sentir que trasciende lo racional y va más ligado a lo espiritual. Una especie de brújula interna que nos va indicando por dónde ir y nos va encontrando con las personas adecuadas e indicadas para continuar avanzando en la construcción de nuestro camino.
Nuestra voz interna. Esa voz no audible, pero sí perceptible que nos dicta con certeza si algo o alguien nos conviene o no. Una manifestación de nuestro ángel guardián, de nuestra protección espiritual, de nuestra conexión con el plano de lo invisible. Esa energía vibrante y contundente que nos conduce, que nos lleva por el mejor camino posible. La intuición nos cuida y nos salvaguarda, nos hace vibrar positivamente con lo que nos conviene y rechazar lo que no. Es esa voz consejera, amiga e incondicional, que constantemente nos está mostrando por dónde caminar. Esa vocecita que nos susurra por aquí sí, por allá no. Esa energía aliada que nos acompaña y siempre nos dicta lo mejor. Esa voz interna es la forma en que Dios nos cuida, convirtiéndose en una gran fortaleza a través de la fé y la oración. Entre más conectados estemos, más veremos manifestarse protección en nuestra vida para nuestro día a día.
Sexto sentido. Como seres espirituales, viviendo una experiencia humana, somos realmente afortunados de contar con un sexto sentido activo. Un sentido que percibe la energía y las verdaderas intenciones, las circunstancias de potencial riesgo, etc. El sexto sentido es un regalo que absolutamente todos tenemos. Unos lo usan más que otros, otros no le prestan mucha atención ni le atribuyen tanta importancia, pero siempre está allí listo a activarse para cuidarnos. Se manifiesta como una energía que puede acelerarnos el corazón (palpitaciones), como un pensamiento que se instala en nuestra mente, como una emoción intensa que nos hace actuar en consecuencia: Irnos de un lugar, tomar otro camino, alejarnos de una persona, posponer un viaje, etc. El sexto sentido es como un “olfato energético”, que nos permite discernir si algo es para bien o no. Es el famoso “tercer ojo”, que nos permite ver más allá de lo aparente, porque si nos inquietamos o no nos gusta algo, es por alguna razón. Escuchemos nuestra intuición. Y súper clave, aprendamos a diferenciarla de la predisposición por experiencias no gratas, porque son cosas diferentes. Una es un don y la otra una herida por sanar.
Sigamos nuestras corazonadas. Si tenemos un pálpito es por algo. Por alguna razón ese sentir está ahora, aunque a veces hagamos caso omiso a lo que nuestro corazón nos dicta. Tal vez seamos muy racionales o descreídos del poder de nuestra intuición. Puede ser un instinto de conservación el que nos lleve a salir despavoridos de un lugar, evitar entrar en contacto con una persona, decidir ya no hacer algo con lo que estábamos muy impulsados. En nuestro corazón reside una sabiduría especial que proviene de Dios. Una sabiduría que nos sabe mostrar cuando algo es para nuestro bien o no. Es una alerta que se activa cuando estamos en peligro o algo representa amenaza para nosotros. La intuición es una anticipación de lo que puede pasar, un sentimiento de preocupación, que nos inquieta y nos advierte, para protegernos. Siempre actúa a nuestro favor y nos custodia a donde quiera que vamos.
Muchas gracias por leer este post! Si te gustó o sientes que te sirvió para reflexionar, déjame un clap👏🏼 Y te invito a que me sigas por aquí o por Instagram en @lilicitus_blog, para que te enteres de las próximas publicaciones. Hasta la próxima!