Años atrás al volver del receso laboral de Semana Santa, súper recargada y con mi conexión espiritual elevada por los días para descansar y reflexionar que había tenido, me encontré con un ambiente tenso al volver al trabajo. Se sentía rara la atmósfera y había un silencio tremendo en el piso. Seguidamente me dice mi jefe desde su oficina: “Te va a llamar el gerente, debes subir”. Su semblante era diferente a su usual sonrisa, cosa que si noté y me llamó la atención. Acto seguido, suena mi teléfono y el gerente me dice: “Venga a mi oficina”. Y yo, súper tranquila, pero en duda por la cara de acontecimiento de mi jefe, subí. No pasó por mi mente nada diferente a -el gerente quiere decirme algo y ya-, sin mayor preocupación ni dramatismo previo a presentarme en su oficina. Al entrar el gerente me dijo -sin rodeo alguno-: “Estamos en proceso de reestructuración y su cargo se va a suprimir. A mi no me importa despedir gente, pero su perfil lo valoro y me gustaría ofrecerle otra cosa. Eso sí le digo que me tiene que responder en 2 horas, no es que tenga 2 semanas para pensarlo” y pasó a ofrecerme otro cargo.
Y esa es la vida, te presenta cambios imprevistos, decisiones que tienes que tomar rápidamente con el mayor criterio posible. Imagínense la escena: Estaba retomando mi actividad laboral, venía con toda la alegría y optimismo a iniciar semana, -la semana de Pascua de hecho- y se sobrevino lo inesperado. La temida palabra: Reestructuración. La verdad que no he tenido apego a los trabajos, y aunque sea frase cliché, siempre las cosas pasan por algo. En mi caso, tuve la fortuna de que me ofrecieran una segunda opción, sino, pues tenía la primera, convertirme en una desempleada más. Sin embargo, mi historia fue otra gracias a Dios y a mi jefe, que después me enteré que había intercedido por mí.
Estamos inmersos en un ambiente donde se habla gran parte del tiempo sobre crisis económica, desempleo, inseguridad, conflictos, corrupción y del lado medioambiental, de contaminación, calentamiento global y de escasez de recursos naturales. Es fácil ser positivo en un ambiente así? Por supuesto que no, pero es una decisión diaria. Nos vamos a encontrar desde personas difíciles con las que nos tocará lidiar, hasta con macro realidades que no nos gustan y a las cuales nos tenemos que adaptar. El mundo no es color de rosa, y la vida de hecho tampoco lo es, depende del lente con la que veamos y procesemos lo que nos pasa y nos rodea. Es todo un reto, y vale la pena cambiar la perspectiva, porque nunca está dicha la última palabra.
La fórmula (si es que la hay), está en transformar nuestro pensamiento y también nuestra actitud. Si decidimos ir por el camino del amor, la gratitud, la alegría, el perdón, la generosidad, va a ser -con toda certeza lo digo- más llevadero nuestro día a día. Porque en contraste, la queja, el pesimismo, la crítica y el juicio malintencionado, la mala cara, y la actitud negativa, no conducen a lugar diferente que a la amargura y la enfermedad. La mejor opción es deleitarnos con las cosas lindas y personas maravillosas que tenemos en nuestra vida, agradecer el camino recorrido y proyectarnos hacia el futuro con nuestra capacidad transformadora, con confianza en que siempre lo mejor está por venir. Como dice una amiga: Supercalifragilisticoespialidoso*!!
*Expresión de alegría, gozo, felicidad y éxito.
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