En días pasados leía en una publicación de Instagram, acerca de que cómo es de increíble la tarea de las mamás: 9 meses de embarazo (con lo que conlleva en esfuerzo físico, cansancio, dolor de espalda, poco descanso, calambres, idas al baño y vómitos -si es del caso-, entre otras), para después seguir con el parto y el súper trabajo que éste implica, e inmediatamente, sin espera alguna, iniciar con la lactancia de nuestro bebé. Un proceso hermoso, pero sin duda maratónico y que implica mucha berraquera, como decimos en mi tierra. Siempre he escuchado que el ser mamá es una tarea que nunca termina. Y ahora siendo mamá, lo veo en perspectiva al pensar en la mía. Mi mamá, aunque ya tenga sus hijos “grandes y organizados”, siempre está al pendiente de nosotros. Es una conexión única, un cordón umbilical invisible que nos sigue uniendo con ella, a pesar de ya ser adultos.
Uno siempre se imagina/planifica/proyecta la vida como mamá y cuando nos corresponde el turno es más de lo que hubiéramos soñado; la práctica siempre nos sorprende! Hay días en los que nos sentimos más confiadas y empoderadas, y otros un poco más dudosas y cansadas, y todo hace parte del proceso de crecer en nuestra faceta de madres. Aprendemos todo el tiempo, nos enseñan, nos aconsejan y también nos autocapacitamos en distintos temas: Alimentación, vacunas, estimulación, música, juegos y manejo de tecnología; pasando por el corte de uñas y limpieza de oídos, hasta decisiones más relevantes, como si ya debe dormir en una habitación solo/a, si debemos/queremos continuar con la lactancia, si ya llevarlos a la guardería, etc. Ellos van creciendo y cambiando, y nosotras también, es un crecer de la mano.
El día a día de la maternidad es maravilloso e increíble, con sus altos y también con sus bajos. Es una experiencia hermosamente desafiante a nivel personal y de pareja, porque implica cambios, reacomodaciones y seteo de nuevas prioridades. Cuando se es mamá primeriza, todo es un descubrir. Es una experiencia que se va construyendo desde el instinto, desde el conocimiento que vamos adquiriendo de nuestro bebé. Cada uno va tejiendo su experiencia desde lo que considera lo mejor, siempre con la premisa de brindarle a nuestro hijo/a una experiencia de crecimiento lo más hermosa y memorable posible. Sabemos que los primeros años son fundamentales para su desarrollo, así que nos esmeramos por dar siempre nuestra mejor versión de papás, aunque seamos aprendices y estemos aprendiendo sobre la marcha a serlo. Siempre procurando mantener una alta dosis de amor, energía y paciencia, para no desfallecer en el intento.
Nuestros bebés van creciendo y sorprendiéndonos cada día con sus avances, con sus nuevos gestos, con sus expresiones para darnos a entender lo que quieren, con sus caras de asombro y alegría al probar nuevos sabores y palpar nuevas texturas, con sus miradas pícaras y cómplices, y por sobretodo, con sus risas y carcajadas espontáneas, que llenan nuestra alma de inmensa dicha y nos permiten apreciar el regalo más hermoso: La inocencia de nuestros hijos. En ellos no hay vergüenza ni timidez, todo lo contrario, fluidez a flor de piel, capacidad de asombro, pureza y amor desbordante. Son sin duda nuestros maestros en miniatura, porque nos muestran que se puede vivir de forma simple y sin todas las predisposiciones del mundo adulto. Termina siendo un aprendizaje mutuo, donde nuestro bebé nos recuerda la felicidad y el gozo natural con el que deberíamos vivir.
La maternidad nos confronta. Qué tantos sacrificios estamos dispuestas a hacer? Y la respuesta es: Todos los que sean necesarios. Muchas veces se entiende el sacrificio como algo malo, cuando en realidad son las decisiones que tomamos pensando en un objetivo mayor: El bienestar de nuestro bebé. Nuestra vida no va a ser la misma, el convertirnos en mamás es un cambio de 180º: Grandioso y definitivo. Nos vamos reinventando sobre el camino de la maternidad, hacemos magia con el tiempo para alcanzar a hacer todo lo del bebé y que nos quede tiempo para nosotras, nuestros proyectos y por supuesto, para nuestra vida de pareja. En simultáneo, vamos evidenciando qué tan rápido crecen nuestras “goticas”, al ver su creciente independencia; por supuesto también lo vamos viendo en sus fotos, en la ropa que les va quedando pequeña, y en esos primeros dientes que comienza a salir.
Lo realmente importante: Atesorar cada instante. Cada momento es único y no se repetirá. El crecimiento de nuestro bebé es una película que va corriendo. Aprovechemos la cambiada de pañal, los llantos, las noches en las que les cuesta conciliar el sueño, cuando se ponen a jugar con el agua mientras los bañamos. A veces quisiéramos que el tiempo se congelara y no pasara tan rápido, pero pasa y hay que aprovecharlo al máximo. Contemplemos esos momentos mágicos que acontecen en nuestra cotidianidad como mamás, porque son maravillosos y quedarán grabados por siempre en nuestra mente y corazón. Si bien cada etapa de los bebés es hermosa, aprovechemos la que hoy estemos atravesando con profundo deleite.
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