El valor del aquí y ahora 🙌🏼

Lilicitus
4 min readJul 15, 2020

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El futuro es un terreno desconocido. Los seres humanos tenemos una necesidad natural de saber qué va a pasar. Ese deseo de predecir y estarnos anticipando, muchas veces nos llena de agobio y ansiedad. Esto nos impide vivir el ahora, porque no nos deja estar presentes. Todo el tiempo estamos analizando, desmenuzando qué va a pasar con esto y con lo otro. Sin embargo, la incertidumbre sigue estando ahí. Y la pandemia que estamos viviendo es la incertidumbre per se. Cortesía del Covid-19, estamos confrontándonos con la incertidumbre en toda su magnitud. Y con la cuarentena actual, más vale estar dispuestos que preparados. ¿Quién puede decir que esta preparado para algo? La entereza no se desarrolla en un terreno cómodo. Y si estamos dispuestos a dar la batalla, ya tenemos mucho terreno ganado. Puede que estemos muy biches, pero las circunstancias nos están haciendo madurar. Que logremos combinar nuestra “inteligencia intelectual” con nuestra inteligencia emocional, para salir adelante de la mejor manera que nos sea posible. No permitamos que la tristeza e incertidumbre nos gobiernen y nos hagan claudicar.

El momento presente es el concepto más subestimado de la realidad. Es el concepto que más valor nos puede aportar. El disfrutar del aquí y del ahora hace que nos conectemos. Pensamos que el disfrute ya estuvo en el pasado o que estará en el futuro. Y así se nos va la vida entre el parabrisas del pasado y del futuro. Sin darnos cuenta que nuestra vida está pasando ahora. Para vivir más livianamente, es necesaria la renuncia. Renunciar a algunas cosas puede costar trabajo, pero al final resulta increíblemente liberador. A veces nos imponemos una carrera sin fin, no la pasamos de meta en meta. Y no es que esté mal tener objetivos y auto-exigirnos, sino dejar de disfrutar el camino y obsesionarnos con algunos “estándares” que determinan supuestamente el éxito que deberíamos tener. Tal vez al final de nuestra maratón concluyamos que nunca vamos a ser lo suficientemente buenos, inteligentes y destacados. No pasa nada, no es el fin del mundo. Este es uno de los debates más fuertes y necesarios que podamos tener con nosotros mismos. Y seguramente en el momento que estemos en ese debate personal van a llegar a minar nuestra mente preguntas como: ¿Será que me rindo muy fácil?, ¿Será que soy mediocre?, ¿Será que no tengo ambiciones en mi vida?. Apreciemos nuestra vida y honremos nuestra existencia, cumplámonos primero a nosotros y después evaluemos cumplir las expectativas del resto.

Si pudiéramos llegar a eso que creemos que nos va a ser felices, nos daríamos cuenta que al final termina no siendo suficiente o no nos llena. Lo más importante es encontrar razones para sentirnos plenos. No es que esté en contra de tener sueños, planes y propósitos, sino saber distinguir qué nos hace realmente bien a la larga. Si quiero tener x ó y cosa para llenar algún vacío, o si lo estoy haciendo por amor y convicción propia. Porque eso cambia totalmente el panorama. Perdonémonos y renunciemos a aquello que presumimos nos va a ser felices. Pero tengamos en cuenta que el perdón es un proceso bien duro, por todo lo que socialmente cargamos. A veces hemos hecho y sacrificado tanto, que preferimos seguir en vez de desistir de aquello que no nos hace bien. Preguntémonos: ¿Podría ya no tener x cosa? Puede que podamos vivir sin ella. Y si decidimos desistir, seguramente haya un duelo e incluso nos sintamos perdedores. Tenemos que trascender la frase: “Los ganadores no renuncian”, porque es una mentira. Los verdaderos ganadores saben cuándo renunciar. Qué lindo sentirnos realmente plenos, disfrutarlo y agradecerlo.

Debemos hacer ahorros espirituales para pasar mejor las épocas de incertidumbre y dificultad. Así como pensamos en tener un colchón económico para la vejez, en conseguir bienes materiales, pensemos en contar con herramientas para afrontar con armadura espiritual nuestra vida y lo que ella nos traiga. Nos resquebrajamos tan fácilmente a veces por tonterías, por cosas que no valen la pena, que nos sentimos llamados a crecer. Madurar conlleva desarrollar el criterio para darle importancia a lo verdaderamente importante. Y hay que tener mucha fortaleza, porque la verdadera batalla se libra en nuestra mente. Cada quien procesa sus sentimientos y emociones de una manera diferente, es algo súper personal. Algunos problemas no los elegimos, pero si podemos elegir una solución. Solo uno sabe lo que siente frente a cada circunstancia de la vida. Esmerémonos conscientemente por hacernos todos los días más sabios y humildes, por acrecentar nuestra esperanza, por adquirir discernimiento, por desarrollar la capacidad de perdonar, y especialmente por aumentar y fortalecer nuestra fé, que junto con la oración son el recurso espiritual más espectacular que podamos tener. “El Señor es mi pastor nada me faltará” (Salmos 23:1)

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Bendiciones para ti!

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Written by Lilicitus

Me apasiona escribir sobre valores humanos y espiritualidad. A través de reflexiones y anécdotas, busco inspirar, aportar perspectivas y conectar con el corazón

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