Si bien cada uno tiene un propósito en la vida, es clave encontrar propósito en lo que estamos viviendo hoy, en lo que la vida nos proporciona en este momento. Tal vez estudiamos contaduría y estamos sirviendo cafés en un restaurante, o le invertimos mucho tiempo, amor y energía a una relación que al final no funcionó, o trabajamos diariamente por ser buenas personas y sentimos que a los mala gente les va mejor… En fin, podemos citar muchos ejemplos. Si encontramos propósito en nuestra realidad de hoy, con seguridad la vamos a pasar mucho mejor. Entender que muchas situaciones son circunstanciales, y aunque no nos gusten mucho, son también necesarias para nuestro crecimiento y madurez, es fundamental. Éstas situaciones desviadas de nuestro “plan A”, miden nuestra humildad, sentido de compromiso, tenacidad y paciencia. Si decidimos hacer con excelencia lo que consideramos tal vez poco o injusto, vamos a encontrar sentido en aquello que creemos pequeño o subestimamos, y eso nos catapultará a algo más grande.
Algunas veces decidimos no disfrutar lo que la vida nos está proporcionando, porque no es lo que esperamos o consideramos nos merecemos. Estamos encaprichados con una idea de lo que debería ser nuestra vida, que dejamos de disfrutar lo que tenemos aquí y ahora. Estamos distraídos por estar viendo la aparente vida perfecta de otros, y dejamos de disfrutar lo que somos y tenemos hoy. Para algunos es una larga espera en la que se torna su día a día, porque están todo el tiempo pensando en lo que les gustaría hacer o tener, y dejan de vivir a plenitud su hoy. ¿Qué haríamos de diferente si viviéramos la vida que soñamos? ¿Seríamos más felices? Creo que los arquitectos de nuestra felicidad y realización somos nosotros mismos. Si tenemos la humildad para reconocer que todo tiene su tiempo y que las etapas en la vida no transcurren de una forma tan instantánea como a veces quisiéramos, nos quitaríamos un enorme peso de encima. Como diría un tío: “Por más que se madrugue, no va a amanecer más rápido”.
A veces no disfrutamos las cosas, porque no cumplen nuestras expectativas. Si no son como nos las imaginábamos, o las esperábamos, nos frustramos y no las disfrutamos. Pasamos a modo de amargura, nos ponemos de mal humor y viene el desánimo y con éste, el constante cuestionamiento acerca de lo que según nosotros debería ser nuestra realidad. ¿Vale la pena? Realmente creo que no. Tal vez si procuramos tener una mente más abierta y flexible, y aceptamos con alegría nuestra realidad, nos vamos a proyectar con mayor claridad y determinación a lo que realmente soñamos hacer o tener. Por ejemplo, el hecho que no nos guste nuestro trabajo actual, no nos faculta a hacerlo con mediocridad y eso lo debemos tener muy claro. Entender que muchas veces tenemos que lidiar con cosas que no nos gustan, con planes que no resultan como esperábamos, es parte del crecer como seres humanos.
El encontrar gusto en lo que hacemos -o al menos intentar hacerlo-, nos conduce a encontrar también sentido y razón de ser en lo que estamos viviendo hoy, a experimentar gratitud a pesar de no estar haciendo lo que nos gustaría y a alimentar nuestra visión de futuro con aquello que sí nos gustaría hacer. El apreciar nuestro hoy con todo lo que implica, nos lleva a afianzarnos en nuestra capacidad de adaptación y a fortalecer nuestra responsabilidad en lo que consideramos poco o insuficiente, y a templar nuestro carácter y perseverancia para lo bueno que vendrá. No significa necesariamente que lo que estemos viviendo hoy sea malo, depende de cada caso en particular y también de la perspectiva desde la que se mire. Nunca esta dicha la última palabra, y el hecho de no estar hoy en la posición a nivel profesional que quisiéramos tener, de no tener la relación de pareja estable que anhelaríamos, de estar atravesando una crisis financiera, de estar atravesando una situación de enfermedad, etc., no significa que no merezcamos una mejor realidad, ni que esté lejos la posibilidad de acceder a ello, sino que a veces nos corresponde ser probados en situaciones que confrontan nuestra confianza, nuestra fé, nuestras expectativas e incluso en algunos casos, también nuestro ego.
A veces nos juega una mala pasada lo que consideramos el deber ser de las cosas, porque en la vida real a veces no pasa lo que esperamos, en la forma y tiempo que deseamos. Todo en la vida tiene su tiempo de maduración, y en la vida cada quien tiene su reloj. No a todos nos pasa todo “lo que debería ser”, por el simple hecho de que ya tengamos x edad, porque nos consideramos buenas personas, porque hayamos ido a la universidad, porque sepamos idiomas, porque consideremos que ya lo merecemos porque hemos trabajado para ello… Tenemos que aprender a soltar y a fluir, a hacer nuestra mejor parte en el escenario que la vida nos ponga hoy. Agradecer, buscarle el lado bueno a las cosas y hacer lo mejor que podamos, nos ayudará a encontrar propósito en nuestro aquí y ahora, y se irán dibujando otros caminos que ni siquiera nos hubiéramos imaginado para llegar a aquello que anhelamos.
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