Estos días de “distanciamiento social”, nos han impuesto muchísimos desafíos a todo nivel. Uno de ellos a nivel personal, ha sido qué tanta fé tenemos en tiempos de crisis. Nuestra fé está siendo medida y de qué manera. Creer y expresar que confiamos en que todo estará mejor en medio de un panorama desolador, es un ejercicio que implica una confianza verdadera e inquebrantable en que Dios está obrando. Transitar estos tiempos en los que predomina la preocupación, la tristeza y la incertidumbre, sería mucho más llevadero si verdaderamente nuestra confianza en Dios estuviera fortalecida. No tenemos una referencia histórica para poder comparar lo que estamos viviendo hoy, pero sí una referencia histórica de que Dios obra lo sobrenatural. En medio de las dudas y cuestionamientos que podamos estar teniendo, por todo lo que está pasando a nuestro alrededor: Muerte, crisis económica, problemas sociales, etc., estamos invitados a renovar y fortalecer nuestra fé. La fé es algo maravilloso a lo cual aferrarnos, porque nos alimenta espiritualmente y nos mantiene en pie. Es un bálsamo para el alma. No nos evita el sufrimiento, pero hace más liviana nuestra carga.
Este tiempo de cuarentena, es una gran oportunidad para redescubrir el valor de la oración. Para hablar con Dios, contarle cómo nos sentimos y clamar por su ayuda. Abrumados nos ponemos a pensar en lo peor. Me duele ver el sufrimiento de la humanidad, pero más que sentirnos culpables o arrepentidos -lo cual es importante-, tenemos que cambiar y hacerlo ya, sin más excusas y aplazamientos. Muchos ahora buscan a Dios para exigirle que solucione este caos, pero no lo han buscado históricamente para cumplir su mandato de amor. Debemos ser coherentes. Jesús nos mira con compasión, y aunque para algunos no lo parezca, Él está obrando. La fé es creer para poder ver, a pesar de las circunstancias. Es también un terreno fértil para que Dios obre y la oración nos permite entrar en conexión con Él. Una de las tantas manifestaciones de la fé, es la gratitud. Si logramos ver lo bueno, en medio de lo que hoy nos toca vivir y agradecer por ello, vamos a vibrar en una sintonía positiva que permitirá que todo fluya mucho mejor.
Tenemos una necesidad apremiante de Dios y de renacer en comunión con Él. Nos hemos creído autosuficientes y ahora comprobamos que no nos bastamos. Es una gran lección la que estamos aprendiendo. No es sostenible un estilo de vida donde la espiritualidad está adormecida. Tenemos una faceta espiritual para cultivar. Y por eso en medio de nuestra desesperación, estamos descreídos del amor e intervención de Dios. ¿Quién de nosotros no desearía que las cosas fueran distintas o que no se estuvieran prolongando tanto tiempo? Como casi todo en la vida, las cosas no son como nos gustarían, sino simplemente como nos toca vivirlas. Y es difícil de aceptar, cuesta entender y sobrellevar, pero hay un propósito más grande del que podemos vislumbrar en este momento. Podemos estar desmoralizados, desbordados e incluso desanimados, pero nuestra fé no puede decaer. Es la fé la que nos ayuda a mantener la llama viva de nuestra esperanza.
La oración es refrescante cuando todo son malas noticias. El ruido de los problemas es ensordecedor y la oración trae una paz imperturbable. La oración es edificante e inspiradora, nos renueva y nos impulsa. Nos permite ver con ojos de fé y obra aquello que parece imposible. La oración alimenta el espíritu, nos da alegría e ímpetu para salir a conquistar cada día y cada circunstancia que se presente. Nos llena de gozo, paz y confianza. La oración nos ayuda a ver otros caminos que no hubiéramos imaginado posibles y nos conduce por ellos. Transforma la tristeza en entusiasmo y la pérdida en ganancia. Transforma el miedo en certeza y el debilidad en fortaleza. La oración hace el corazón manso y humilde, le enseña la virtud de la paciencia. Da discernimiento, gracia y luz. La oración es la conexión que tenemos con el Padre. Nuestra llave para acceder a una comunicación directa con Él, sin intermediarios y sin testigos. El más grande regalo, que en tiempos de crisis subestimamos y que tiene un poder tan grande y determinante, que no alcanzamos a imaginar.
Con total seguridad habrá luz al final del túnel. Una luz sanadora y restauradora, que resplandecerá y nos hará reencontrarnos con nuestra esencia que es naturalmente buena. Seremos más conscientes, más sensibles y más humanos. Nos hemos encontrado durante esta inesperada experiencia con nuestra vulnerabilidad e impotencia humanas, pero también con nuestra increíble fortaleza y capacidad de adaptarnos. Es fundamental asumir nuestro rol en la realidad que nos toca vivir hoy y asumir un papel protagónico. Procurar la meditación, la oración y el buen humor. Recordemos que somos seres divinos viviendo una experiencia humana. En medio de la soledad que podamos estar viviendo, rescatemos el valor de la convivencia y la cercanía con el otro, a través de los medios que tengamos para hacerlo.
Sabiendo que el milagro no se hace a nuestra manera, sino a la manera de Dios, dejemos que Él obre en sus tiempos y en sus formas. Sigamos orando sin cesar y perseverando en el amor, el servicio y las obras. No olvidemos que Dios es bueno, todopoderoso y siempre quiere lo mejor para nosotros. Sigamos orando por protección, provisión e inteligencia para saber actuar en éstos tiempos difíciles. Nuestra fé es un indicador de nuestra salud espiritual, nutrámosla de alegría, luz y acciones concretas. Cuidémonos, pero no olvidemos cuidar de los demás. El otro también somos nosotros. Y en la generosidad que demostremos en estos tiempos de prueba, estará nuestro más grande escudo para resistir a las tempestades que vengan.
Muchas gracias por leer este post! Si te gustó o sientes que te sirvió para reflexionar, déjame un clap👏🏼 Y te invito a que me sigas por aquí o por Instagram en @lilicitus_blog, para que te enteres de las próximas publicaciones. Hasta la próxima!
Bendiciones para ti!