Gestión de las emociones

Lilicitus
6 min readMay 31, 2019

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Años atrás en un trabajo que tuve, estábamos ya todos en la oficina (compañeros de contabilidad, calidad, sistemas), iniciando la jornada. La disposición de los puestos de trabajo, era sin cubículos, por lo cual era como una gran sala común en la que nos acomodábamos y nos veíamos todos. Era sábado y se acostumbraba pedir desayuno para empezar el día y más por tratarse de fin de semana. Estábamos charlando unos minutos, mientras se terminaban de encender los computadores, cuando llegó la gerente. Inmediatamente el silencio profundo en la oficina. Acto seguido sale de su oficina y se dirige a la mitad de la sala, y dice: Ángie, ¿dónde está mi cartera?, todos me miran desconcertados, entre asombro e impotencia, por esa pregunta tan desubicada e irrespetuosa que me hacía ésta mujer. Y yo en una tranquilidad enorme y hasta irreverente, le respondí: No sé. Y ella me replica: Búsquela! Y en la misma tranquilidad, me puse de pie -mientras me observaban mis compañeros atónitos- y ella me dice: Ya la encontré. Evidentemente era una provocación y un tanteo a mi posible reacción. Ponía en contexto la situación y lo que sentía era compasión por esta persona. Yo llevaba menos de 2 semanas trabajando y ya era amiga de todos en la oficina. A ella nadie la quería y le incomodaba la empatía que había logrado con mis compañeros. Aunque parezca increíble, y viniendo de una mujer mucho mayor que yo, madre de familia y “ejecutiva”, lo que habla de las carencias que ella tenía.

Así cada uno de nosotros debe tener muchas experiencias para contar de personas difíciles, que sin haber dado motivos, se incomodan con nosotros y tratan de menguar la luz que tenemos. Es lógico que no tengamos empatía y simpatía con todo el mundo, pero eso no implica que uno vaya actuar injustamente, o abusar en éste caso que relataba, de la autoridad que da un cargo de jerarquía. Y esa es la vida, vamos a encontrarnos frente a personas y situaciones que ponen a prueba nuestro manejo emocional, en distintas etapas y contextos. Por eso la importancia de ahondar en nuestro conocimiento, en explorar nuestras emociones y reacciones, en entender y manejar lo que nos causa irritación, molestia y se sale de nuestro control. Muchas veces la causa raíz pueden ser complejos e inseguridades, que no hemos trabajado sino que hemos arrastrado en el tiempo con nosotros, y que cual genio de la lámpara salen a flote, cuando estamos sometidos a situaciones que no están bajo nuestro control y nos generan estrés. Es fundamental identificar los detonadores de nuestras explosiones, para aprenderlos a gestionar.

Es clave entender que somos seres humanos, y que estamos en continúo aprendizaje. Reconociendo nuestras debilidades, vamos a poder identificar formas de trabajarlas y convertirlas en fortalezas. Una emoción muy común es la tristeza, cuando algo no sale como deseamos. Tenemos expectativa y energía puesta en el resultado. La frustración sobreviene cuando no obtenemos eso que queríamos y dependiendo de nuestra gestión emocional, llegan o no una catarata de otras emociones: Rabia, impotencia, agresividad, nos bloqueamos, cuestionamos nuestras capacidades, etc. La gestión emocional nos ayuda a manejar esos sentimientos que afloran en la mejor dirección e intensidad posibles. No es cuestión ni de reprimir, ni de dejar de expresar, sino de gestionar inteligentemente sin afectarnos ni afectar a otros. Gestionar puede ser calmarnos antes de reaccionar, respirando para oxigenar el cerebro y logrando así pensar con más claridad; puede ser reconocer conscientemente la emoción, detener su curso y reemplazarla por otra, para que no siga su habitual curso de explosión; puede ser tener también el lograr sacar valor para hablar, cuando solemos callar, y hacerlo desde la calma y la objetividad.

Muchas veces un mar de emociones no nos permite ver con claridad lo que realmente pasa. Nuestra interpretación es a veces subjetiva, porque corresponde a nuestra visión y lectura de las situaciones, a nuestra historia de vida y a los sentimientos que nos afloran en el momento. No todas las veces estamos en modo “Zen”, ni tampoco en modo “conflicto”. En la gestión emocional no es que se gane o se pierda respecto del otro, o de la situación, se crece y madura como individuo, y en consecuencia, como pareja, como familia, como amigos, como comunidad. Es muy importante confrontarse respecto de cómo asumimos los conflictos que se nos presentan. Estar dispuesto a reconocer lo que te tenemos para mejorar y aprender, para ser una mejor versión de nosotros. Es necesario que seamos compasivos con nosotros y los demás, pero también humildes para reconocer cuando no estamos actuando bien y valientes también para defender una postura que consideremos justa.

Muchas veces nos encontramos con la afirmación interior: Es que yo soy así y es mi personalidad. Sin ningún margen ni para nosotros, ni para los demás. Cómo controlar sentimientos recurrentes? Que siempre reacciono igual frente a una persona o situación, repitiendo un patrón de reacción que siento que no puedo frenar: Aprendiendo a mantener la calma, es un ejercicio que vale la pena intentar. El orgullo y la cólera no son buenos consejeros, porque sacan a relucir todo aquello que no tenemos resuelto, generalmente de mala manera. Nos movilizan a entrar en conflicto sentimientos como: El temor, la queja, la culpa y la tendencia a victimizarnos, el ego, la intolerancia, la impaciencia, el egoísmo y la impulsividad. Es importante ir incluyendo en nuestro repertorio emocional: La confianza, la escucha, la empatía, la compasión y la sensatez. No es una tarea que de resultado de un día para el otro, es progresivamente que veremos los avances y las mejoras. El mejor indicador de que vamos mejorando, es experimentar tranquilidad mental y emocional.

Ser engreído o “sobrado” como decimos en Colombia, el ser caprichoso y poco flexible, no nos ayuda a ser asertivos en nuestra relación con los demás. A veces nuestro desinterés y silencio habla por sí solo. El ego no nos permite ceder y aceptar otros puntos de vista, nos hace radicales con nuestras opiniones y cerrados a otras perspectivas; el ser impulsivos nos lleva a no escuchar y a explotar sin medir consecuencias, a desfogarnos en el frenesí de nuestro mal humor diciendo palabras que pueden lastimar y terminamos “pelando el cobre”, frente a situaciones que nos generan inestabilidad, incluso a ser altaneros e irreverentes al considerar que somos poseedores de la verdad. A veces puede pasar estamos atravesando un cuasi colapso emocional, teniendo que manejar muchas situaciones al mismo tiempo, y nos traiciona el cansancio, nos hace reaccionar con agresividad y a la defensiva. Reconocer que uno no es súper poderoso y que también necesita ayuda, ser mimado, escuchado, abrazado, es un primer paso. Evitemos la autosuficiencia que nos drena la energía y nos aísla de la gente que queremos. Necesitamos educarnos en amor, en ser más compasivos, sensatos, en aprender a mantener la compostura, en procurar ser ecuánimes y justos, a tratar de reflexionar y ser más empáticos, en tener la sabiduría y el discernimiento para callar y o para hablar según convenga más: Ósea a tener dominio propio.

Atrevámonos a superar o romper lo predecible. A reflexionar y recapacitar sobre lo que sabemos que tenemos que mejorar. A entender que la nobleza muestra nuestra grandeza y no incapacidad o falta de carácter. Si sentimos que una situación nos desborda, generemos estrategias de contención y gestión: Contar hasta 10, tomar agua, respirar pausadamente para oxigenar el cerebro, pedir hablar después. Lo primero y fundamental: Aceptar que hay variables fuera de nuestro control. Muchas veces por miedo y por querer protegernos, nos ponemos a la defensiva. Por temor a salir lastimados, terminamos lastimando. No es un pulso a ver quién es más fuerte. Para que la vergüenza, la timidez, el ego mismo, no nos jueguen una mala pasada, debemos tener nuestra amor propio súper fortalecido. Cancelemos de nuestra mente el temor a que nos ridiculicen, al menosprecio, a la comparación, a confrontar nuestro miedo a equivocarnos al hacer algo nuevo. Entrenémonos en guardar silencio o discutir con argumentos, en pedir perdón, en agradecer, de corazón, en admirar con sinceridad. Anticiparnos a nuestras emociones y actuar para “atajar” aquello que no queremos que explote.

Uno de los grandes retos es el manejo de nuestras emociones, hagamos un trabajo personal que nos ayude a ser dueños y gestores de lo que sentimos, súper vale la pena, es un regalo para nosotros y que nos acompañará el resto de nuestra vida!

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Bendiciones para ti!

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Written by Lilicitus

Me apasiona escribir sobre valores humanos y espiritualidad. A través de reflexiones y anécdotas, busco inspirar, aportar perspectivas y conectar con el corazón

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