La capacidad de ver la luz en los demás, habla de nuestra propia luz. Lejos de ser una competencia -porque cada uno de nosotros transita caminos diferentes-, el reconocer lo lindo y positivo en los demás, es un ejercicio que habla de nuestra madurez y crecimiento espiritual. Superamos envidia, ego, comparaciones sin sentido, cada vez que nos animamos a expresar admiración hacia otros y a hacerlo desde la sinceridad de nuestro corazón. Sabemos que cada uno ha sido dotado de dones diferentes y maravillosos, y en esa diversidad otros nos inspiran a ser una mejor versión de nosotros cada vez.
Nuestra energía busca o empatiza con vibraciones afines, por eso encontramos conexión con ciertas personas y con otras no. Dentro de ese universo diario de posibilidades, a veces nuestro cerebro etiqueta a las personas por su apariencia física, por su modo de vestir, hasta por su ceño fruncido, sin ni siquiera haber intercambiado palabra alguna con ellas. Y fue lo que le pasó a mi gran amiga @JCC conmigo: Se imaginó que era “ñoña” y “fastidiosa”porque mis compañeros de la universidad me pedían los apuntes prestados para sacarles fotocopia para estudiar para los parciales y ni siquiera había hablado conmigo. Hoy en día somos súper amigas y contamos la experiencia previa a conocernos como una anécdota chistosa.
Una respuesta amable, una sonrisa desprevenida, un por favor, un gracias, una escucha atenta, un te quiero, son pequeños ejemplos de las muestras de luz que podemos brindar diariamente. Éstos aparentemente pequeños actos, son ases de luz que pueden iluminar y cambiar el día de otros, pueden realmente representar la diferencia para una persona que tal vez no esté teniendo el mejor de los días. Es claro que cada uno da de lo que tiene, y en ese orden de ideas, una persona no va a salir a darle al mundo el amor que tal vez nunca ha recibido. Sin embargo, es una decisión continuar o comenzar si es del caso, a alimentar un círculo virtuoso de amor, a través de pequeños actos que se conviertan en luz y motor para otros.
La luz ilumina, sana e inspira. También atrae, potencializa y abre nuevos e inimaginados caminos. La luz nos empodera, nos reconforta y nos vincula desde el amor con nosotros y con los demás. Es compasión, perdón y humildad. La luz nos renueva, nos limpia y nos prepara para nuevos retos. La luz es calidez, entrega y generosidad. Trabajemos nuestra luz, para alimentar ese ser divino que todos llevamos dentro e iluminar a donde quiera que estemos o vayamos. Namaste!! 🙏🏻
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