Cuando las preocupaciones apremian. Todos pasamos por etapas o momentos en los que las preocupaciones nos nublan, nos desaniman y nos hacen sufrir de amnesia. Olvidamos las bendiciones que tenemos, los innumerables regalos que hemos recibido de Dios en el transcurso de nuestra historia de vida. Si tenemos una fé fortalecida no tenemos de qué temer, por más compleja que sea la situación que estemos atravesando. Nadie por más bueno que intente ser, está exento de pasar por momentos de dificultad. Lo que sí está al alcance de todos, es siempre tener a la mano nuestro “inventario de bendiciones”. Tener anotadas las bendiciones, las cosas lindas que nos han ocurrido, nos recuerda lo afortunados que somos y nos recarga de energía para continuar. Nos recuerda que hemos triunfado sobre situaciones adversas en el pasado y que lograremos hacerlo ahora también.
Recordar lo bueno. En los momentos en los que no vemos la luz al final del túnel, una buena estrategia es recordar y agradecer por lo bueno. Si hacemos un balance, siempre vamos a encontrar personas y experiencias lindas por las cuales sentirnos felices, afortunados y agradecidos. Bendiciones como haber superado una situación de enfermedad, estar sobrellevando con más tranquilidad un duelo, haber tenido la valentía de cerrar un ciclo, nos ayudan a ver más allá de la situación que estamos pasando. Nos ayudan a visualizarnos ya habiendo superado lo que nos aflige e inspirando a otros con nuestra experiencia. Siempre con esa confianza plena en que todo se resolverá o tomará el curso que deba tomar. Recordar lo bueno que nos ha pasado nos permite reconocerlo y valorarlo, y saber que si sabemos reconocer lo bueno en medio de la dificultad, tendremos más fuerza para superarlo.
Valorar lo sencillo. La bendición de despertar cada día, la luz de nuestros ojos, nuestras manos, nuestros pies. La bendición de nuestra familia, de nuestros amigos, de la gente buena y también la mala que nos vamos encontrando en el camino. El regalo de contemplar un amanecer, de sentir la brisa en nuestras mejillas, el poder sentir el agua de lluvia mojar nuestra piel. La bendición de estar vivos, de nuestros sentidos, de nuestra capacidad de raciocinio. Bendiciones que diariamente Dios nos regala en su amor y generosidad y que a veces se nos olvida agradecer. Estamos distraídos por cosas no importantes y se nos olvida dar gracias. Recordemos siempre valorar lo sencillo. Hay bendiciones realmente valiosas que se nos pasan desapercibidas, por estar preocupados por lo no importante. Que sepamos reconocer que a veces en lo más sencillo está lo más hermoso y significativo.
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