La búsqueda interior es tal vez el viaje más hermoso y desafiante que podamos emprender, y a la vez el que más miedo, incertidumbre e incomodidad nos pueda generar también. Conocernos a nosotros mismos es un proceso permanente, constante, que nunca termina. Venimos codificados con lo que nos enseñaron en nuestras familias y en nuestros ambientes de formación académica y religiosa, como bueno y malo, con lo que socialmente es aceptado como correcto y validado, con los aprendizajes de nuestras experiencias como niños y adolescentes, con confianza y con temores; y representa todo un reto tomar la decisión de intentar conocernos a profundidad, viendo en retrospectiva nuestra historia y considerando en adelante tal vez caminos y formas diferentes de pensar, sentir y actuar. Venimos con nuestra inocencia y buena fé de fábrica, y el mundo nos convierte en personas con más prevenciones, y en ese proceso, nos vamos poniendo máscaras -o como cada uno prefiera llamarlo- para protegernos.
Resultado de querer protegernos y de no afrontar situaciones o personas, porque tal vez no nos sentimos con la confianza suficiente, vamos alimentando temores en el camino. Y al final terminan siendo un lastre en nuestra vida para fluir y brillar. Superar temores nos ayuda a poner foco en lo realmente importante: Conocernos y descubrir cuál es nuestro propósito de vida. El valor para haber lidiado -o no-, con los momentos difíciles, con que alguna vez no se nos dieran las cosas como esperábamos, hace una gran diferencia en nuestra adultez, una realmente enorme. Creo que si bien es espectacular que siempre nos vaya bien, el ser exitosos en lo que hacemos, también lo es el que pasemos por derrotas y experimentemos frustración, aunque duela y cueste afrontarlo. Pasar por un desamor, por una mala calificación, incluso por un despido, por una situación económica difícil, hace parte del proceso de crecimiento y madurez que todos necesitamos atravesar. Muchas veces la cultura “exitista” en la que estamos sumergidos, nos genera una presión para vivir en una perfección que es poco factible, pero que sí nos implica mucho a nivel psicológico y emocional.
El evitar pasar por dificultades, al final termina siendo un problema más grande, porque no nos permite madurar, ni conocernos frente a la dificultad. Quién quiere tener problemas? Obviamente nadie, pero hacen parte de la dinámica de la vida y es necesario tenerlos, y más importante aún hacerles frente. Fomenta la autoconfianza para asumirlos y resolverlos. Vamos a afrontar, y no a huir o a evitar. Acrecenta en nosotros también la creatividad, nos vuelve más recursivos y despabilados para resolver. También es clave no compararnos. Cada uno transita procesos diferentes, en contextos distintos. Estar mirando lo que pasa con la vida de los demás nos desenfoca y si a los demás les está yendo bien y a nosotros no, nos puede desanimar. Es un hecho.
La búsqueda interior es una tarea a veces no tan sencilla, pero realmente necesaria e imprescindible en el camino de descubrirnos. Si queremos conocernos más y mejor, bucear en nuestro interior es el primer gran paso. Atrevernos a confrontarnos con nuestras luces y sombras, nos ayuda a tener más claridad respecto de lo que necesitamos cambiar, fortalecer o reconsiderar en nuestra vida. Hacer éste ejercicio además de voluntad, requiere de tiempo, paciencia y una enorme dosis de humildad y valor. Por alguna razón postergamos el hacerlo. Tal vez porque nos implica salir de nuestra zona de confort y confrontar nuestro ser en sus capas más profundas.
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