La compasión es una virtud maravillosa. La compasión parte del amor hacia el otro. La compasión no juzga, parte de la premisa de que si alguien me hiere con o sin intención, lo hace desde el miedo o la ignorancia. La compasión es empática, se pone en el lugar del otro y mira desde el amor las situaciones. La persona compasiva interactúa desde el amor y el perdón anticipado, porque es consciente que la culpa, el miedo y la amargura no conducen a ningún lado. La persona compasiva procura la alegría y el agradecimiento constantes, se deleita en los pequeños grandes detalles que cada día le trae.
El ser compasivo me ayuda a viajar más liviano, porque no permite que una diferencia o conflicto se convierta en una lucha de egos con quien me ofendió. Tomar la decisión de ser compasivo, favorece mi salud emocional y espiritual. Cada uno da de lo que tiene, y algunos al sentirse amenazados o incómodos con el brillo de otros, se muestran altivos y soberbios o amargados y ofensivos. La compasión comprende que cada uno transita un camino diferente, nadie es mejor o peor que nadie, simplemente cada uno es distinto. La persona compasiva se perdona así misma sus fallas y errores, porque sabe que hacen parte de su proceso de crecimiento y perdona a quienes intencionalmente o no, la ofenden.
La compasión no se toma nada personal. Sabe que cada persona tiene intereses y objetivos de vida diferentes, y lo acepta como una realidad ineludible. La persona compasiva sabe que no todos piensan y actúan como ella, y desde esa perspectiva acepta la diferencia. La persona compasiva no se deja intimidar por las comparaciones, porque sabe que no son sabias, ni convienen. No compara, sino admira el camino que otros han transitado y se inspira en ellos. No pierde la capacidad de disfrute cuando las cosas no salen como espera, porque es compasiva con sigo misma y sabe que ya vendrá una mejor oportunidad. Se auto-acepta y desde ese amor propio fortalecido, se empodera y proyecta. Es compasiva con otros, porque primero es compasiva con sigo misma. Sabe que equivocarse es parte del aprendizaje que todos vinimos a tener, así que acepta con paz sus errores y trabaja para mejorarlos.
“Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente…” (Efesios 4,32). La persona compasiva reconcilia, es puente de unión. Busca siempre lo que une y no lo que separa. Evita señalar y hacer juicios. Tiene como política de vida perdonar por anticipado. Su terapia es el amor y las risas. Es auténtica, espontánea y procura siempre avanzar en su autoconocimiento, para aprender a amarse cada vez más y de una mejor manera. La mayor fortaleza de la persona compasiva es su gran capacidad de amor, lo busca en cada situación y se aferra a éste para renovar su decisión de perdonase y perdonar cada vez. La persona compasiva es indulgente, cariñosa y tarda para la ira.
La compasión engrandece!!
Para reflexionar:
1- Eres compasivo contigo mismo?
2- Eres compasivo con los demás?
3- Qué consideras te hace falta para ser más compasivo? Ser más paciente, menos impulsivo?
Muchas gracias por leer este post! Si te gustó o sientes que te sirvió para reflexionar, déjame un clap👏🏼 Y te invito a que me sigas por aquí o por Instagram en @lilicitus_blog, para que te enteres de las próximas publicaciones. Hasta la próxima!
Bendiciones para ti!