Cada día nos enfrentamos a distintos desafíos. Éstos se presentan de diferentes formas y a través de diferentes situaciones. Cada uno de acuerdo a su historia de vida, crianza, personalidad y carácter los enfrenta de una forma u otra. Cada quien tiene su estilo y sus tiempos. Depende de cada uno cómo reaccionamos ante ellos: Si los evadimos, los postergamos o decidimos enfrentarlos rápidamente con un verdadero sentido de responsabilidad y urgencia, según sea el caso. Estos últimos días con motivo de la pandemia de “COVID-19” mejor conocida como Coronavirus, he estado reflexionando acerca de la importancia de cómo abordamos este tipo de situaciones, que comprometen o mejor, afectan directamente nuestra integridad y develan nuestra vulnerabilidad. Una problemática de salud pública es definitivamente una situación fuera de nuestro control. Sin embargo, lo que está a nuestro alcance es dar la pelea desde nuestras posibilidades. Informarnos, asesorarnos, tener valentía y tomar decisiones. Y esa es la vida. Constantemente nos mide el aceite. Nos pone frente a situaciones que confrontan nuestra capacidad de mantenernos firmes, fuertes y determinados a seguir adelante, más allá de las dificultades y de la magnitud de las mismas, que a veces parece sobrepasarnos.
Cuando enfrentamos problemas, están a la orden del día pensamientos de estrés, preocupación y ansiedad. Sin embargo, en un contexto de incertidumbre, de no saber qué hacer, lo más importante es mantener la calma y la serenidad. No hacer tanto ruido, ni alimentar el miedo, porque eso nos inmoviliza y no nos permite pensar clara y objetivamente, para poder actuar con inteligencia. Equilibrar las conversaciones negativas alrededor del tema, porque no conducen a ningún lugar y sí nos restan tranquilidad, y energía para pensar. Siempre los momentos difíciles y crisis en general, son GRANDES oportunidades para el crecimiento y el progreso personal. Estoy convencida que los problemas en general, son una oportunidad para aumentar y fortalecer nuestra fé, para conocernos mejor y considerar otros caminos, que bajo otra circunstancia, no consideraríamos. Mantener la calma y ser proactivos frente a la problemática que nos toque afrontar es fundamental. El caos en el que a veces nos vemos sumergidos, también promueve nuestra creatividad y recursividad, nos fortalece y nos convierte en una mejor versión de nosotros mismos: Más maduros, agradecidos y conscientes.
“Pasar por las duras y las maduras” como decimos en Colombia, nos hace valorar y apreciar realmente las cosas sencillas de la vida. Muchas veces damos por sentado el levantarnos en la mañana, el respirar, el contar con alimento, techo y vestido, por mencionar algunos ejemplos. Tener la bendición de una familia, de personas maravillosas que nos aman desinteresadamente y se preocupan genuinamente por nosotros… Realmente son muchas las cosas, personas, relaciones y posibilidades por las cuales sentirnos afortunados y motivados a superar las dificultades de turno. Y al final pasar por momentos difíciles es un recordatorio, de que no estamos solos y que a veces nos distraen cosas menos importantes, que son circunstanciales y no tan graves como nos imaginamos. Conscientes de nuestras limitaciones, pero también de nuestro enorme potencial resolutivo, es clave siempre estar enfocados en avanzar. Si bien algunas veces pareciera que todo se junta y confabula en contra nuestra, son esos momentos los que al final nos esculpen y nos catapultan a un mayor crecimiento, y a sentir una real empatía hacia los demás.
Con los problemas, desarrollamos nuestra capacidad de resolver lo impredecible e inesperado. En ese sentido, a pesar de que nuestra humanidad nos hace vulnerables, también nos hace arquitectos de lo que nos proponemos hacer, protagonistas de nuestra historia. Y si lo que buscamos son soluciones, éstas llegarán y se presentarán de distintas formas y en distintos tiempos. Si bien nuestra condición humana nos hace susceptibles a todo tipo de situaciones, buenas y malas, -las cuales hacen parte de la naturaleza misma del desarrollo de la vida-, también nos convierte en guerreros cada vez más fortalecidos. Que siempre nos acompañen declaraciones y actitudes positivas, en vez de pensamientos derrotistas, porque ese seteo mental hace realmente una gran diferencia. Que a través de cada problema nos cuestionemos: ¿Qué lección podemos aprender?, ¿qué acciones podemos tomar?, y nos lleve a tener un proceso de decisión cada vez más asertivo. El trabajar en solucionar los problemas que se nos van presentando, nos ayuda a redescubrir la ruta y a aclarar el norte; incluso a desacelerar un poco el frenesí que a veces experimentamos por querer tener y lograr todo ya. Los problemas no nos dejan estáticos, siempre nos empujan a avanzar.
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