Años atrás llegué a Buenos Aires con mucha fé, a llevar a cabo un proyecto académico. Emprendí la búsqueda laboral para generar los ingresos que necesitaba para mis gastos. En la fila del avión con destino a Buenos Aires, había conocido a un hombre que viajaba mucho a quien le comenté que estaba en búsqueda laboral; él me comentó que había una empresa que estaba abriendo oficina en Buenos Aires, que me diera una vuelta haber qué resultaba. Investigué por internet acerca de la empresa y me dí una vuelta. Fuí en jean y tenis, para ver dónde quedaba y algo en mi interior me dijo que entrara. El vigilante -que tenía cara de gruñón- que dejó ingresar al edificio como “Juan por mi casa”, después la recepcionista y finalmente llegué a la oficina de la empresa. Pregunté por la persona que aparecía en la página web como el gerente. Salió un hombre a la sala de espera y me dijo que el gerente venía demorado, que él me atendía. Entré a su oficina, me presenté, le comenté que estaba en búsqueda de una oportunidad de trabajo; él me dijo que estaba admirado por mi actitud, que iba a ver en qué área podía incorporarme, que le enviara mi curriculum. Cuando me entregó su tarjeta, leí que era el presidente de la compañía… Wow, no lo podía creer! Y fue la empresa donde trabajé por 5 años.
La fé es la llave para que la asistencia divina acuda en nuestra ayuda. Es una de las herramientas más poderosas que tenemos para que el universo conspire a nuestro favor. Es la confianza plena en que se va a dar lo que esperamos, y en el caso de que no, de que se abrirá un camino aún mejor a nuestro paso. Es la certeza de que todo se dará en el tiempo y en la forma perfecta -que algunas veces no es la esperada- y que será siempre lo mejor. La fé nos permite experimentar tranquilidad, alegría y gozo anticipados por lo lindo que vendrá a nuestra vida. Nos ayuda a sintonizarnos en modo confianza, para esperar con certeza absoluta que se dé lo que anhelamos. La fé es espera confiada y fluida, en que nuestros deseos se cumplirán en el tiempo perfecto, trabajando con perseverancia para ello, pero sin forzarlo.
Todos tenemos momentos de duda. La oración y la fé traen calma y claridad. Son una fuerza maravillosa, una combinación infalible para reencontrarnos con la confianza y esperanza perdidas. La fé es la capacidad de creer en aquello que no vemos, nos mueve actuar, nos inspira, nos llena de renovada alegría y fortalece nuestra esperanza. Es la convicción interna de que siempre lo mejor está por venir y que hay que seguir adelante. La constante en nuestra vida es el cambio y con los cambios, y algunas veces vamos a experimentar temor e incertidumbre, y es ahí donde la fé nos proporciona la serenidad y la luz que necesitamos para seguir. La fé ilumina nuestro camino y nos rodea de las personas indicadas en los lugares justos, nos lleva a tener experiencias maravillosas y a avanzar en nuestro crecimiento personal.
La fé aplica para todas las áreas de nuestra vida, incluso también cuando la ponemos con la intención de que alguien más esté bien, goce de buena salud, encuentre su camino, etc. La fé nos aviva, nos despabila, nos empuja a asumir nuevos retos. Muchas veces las condiciones no van a ser las ideales para llevar a cabo nuestros proyectos, pero la fé nos hace lanzarnos a conquistar lo que deseamos y el camino comienza a hacerse a nuestro paso. La fé nos lleva a ser creativos, a considerar otras opciones y a soltar para que todo fluya. Que siempre nos acompañe la certeza de que todo saldrá bien, para que así pase. Recordemos siempre que la fé mueve montañas! 🙏🏻✨
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