Creer para poder ver. El poder de la confianza y de la visualización es increíble. Siempre visualicemos esa foto final que nos gustaría conquistar. Cuando creemos, cuando confiamos de todo corazón y damos por hecho lo que anhelamos, todo a nuestro alrededor precipita que acontezca ese deseo. Por supuesto hay que trabajar y esforzarnos, pero es la fé la que termina haciendo la diferencia para lograr los anhelos de nuestro corazón. No nos inquietemos imaginándonos cómo ó cuándo acontecerán las cosas, sino esperemos con confianza a que se van a dar en el tiempo perfecto. Hacer nuestra parte y seguir proyectando la realización de lo que deseamos, experimentando esa alegría y satisfacción como si las cosas ya se nos hubieran dado.
Fé sobre el miedo. A todos nos asaltan dudas y temores. Todos pasamos por momentos de preocupación. A veces el panorama puede ser complejo y hasta desalentador. Sin embargo, cuando decidimos confiar, todo fluye de una manera diferente. El miedo nos lleva a hacernos películas de terror en la cabeza, a llenarnos de temores y prevenciones. El miedo es un vampiro energético. La fé por el contrario nos da esperanza, nos ayuda a que fluyan las ideas y renueva nuestras fuerzas. Es luz para recorrer nuestro camino, es alegría y confianza recargada. Nos reviste de fuerza y determinación para salir a vencer lo que sea, por más grande e invencible que parezca. Es nuestro escudo de batalla más grande. Que cuando amague a acomodarse el miedo, elevemos una oración de fé y salgamos al ruedo, seguros que lograremos vencerlo, porque la fé SIEMPRE será más poderosa.
Crisis de fé. “Las dificultades son inherentes al desarrollo mismo de la vida”, dijo mi hermano en su discurso el día que me casé. Sin embargo, a veces cuando atravesamos por momentos difíciles, encontramos la excusa perfecta para alejarnos de Dios y poner nuestra fé en cuarentena. Naturalmente las dificultades nadie las desea ni las espera, pero la mayoría de ellas no son optativas. Pero lo que sí puede ser nuestro combustible para el alma en esos momentos de dificultad, es aferrarnos con fé a la mano de Dios. Solemos ser creyentes “berrinchudos”, porque nos consideramos buenos y por tanto exentos de pasar por momentos difíciles. Entramos a cuestionar a Dios y a sacarle nuestra “hoja de vida” ó curriculum de buenas obras, o a señalar a los que nosotros consideramos merecerían pasar por dificultades en lugar de nosotros. Sin embargo, las pruebas nos gusten o no, llegan y se convierten en una oportunidad para acercarnos a Dios y fortalecer verdaderamente nuestra fé.
Desconectados de Dios. Estamos tan inmersos en nuestro día a día, a veces como robots, que nos olvidamos de Dios. Nos olvidamos de agradecer, de orar para encomendar nuestras jornadas, de pedirle que nos presente oportunidades para servirle. Esa desconexión por olvido, por pereza, por estar “ocupados”, nos lleva a experimentar vacío. Al final el sentido de la vida, más que hacer y hacer, es tener la capacidad de apreciar las bendiciones presentes en nuestra vida y de poner nuestros dones al servicio de los demás. Todo recobra sentido cuando vemos que no pasan los días en vano, que hemos hecho algo por los demás, que hemos trabajado en mejorar nuestra relación con Dios. Permitir que Dios este presente en nuestra vida, nos llena de paz y de motivos para continuar.
La fé mueve montañas. La fé obra lo imposible, lo improbable, lo aparentemente inalcanzable. Es nuestra roca, nuestra fortaleza y nuestro bastón. No nos mortifiquemos, confiemos. Tengamos una fé cada día más grande y fortalecida. Cambiemos la tristeza y el desánimo, por confianza en la Providencia Divina. No razonemos bajo nuestra lógica, pongamos todo en manos de Dios y las cosas fluirán de manera maravillosa e increíble. La fé la alimentamos a través de la oración, de las obras y especialmente, de la confianza. Solo experimentando la certeza de la intervención de Dios a nuestro favor, vamos a ver su obra manifiesta en nuestra vida. Puede que la prueba que atravesemos hoy esté siendo muy prolongada y estemos cansados, pero sigamos confiando. Todo pasará.
…«Os aseguro que si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada os sería imposible» (Mateo 17:20)
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