La mejor medicina 🏥

Lilicitus
4 min readSep 28, 2022

La mejor medicina es descansar. Uno de los grandes desafíos de mi vida a sido descansar. Me cuesta muchas veces parar la casacada de pensamientos que tengo. Dormir históricamente para mi ha sido todo un desafío. Mi papá falleció en la noche cuando yo estaba durmiendo y el grito de mi mama llamándome para ayudarla, me dejo en alerta constante. Y ahora que soy mamá, ni se diga. Más pospuesto todavía el poder descansar. Sin embargo, Dios se ha encargado (y lo sigue haciendo), de mostrarme que mi preocupacion o atafago con los distintos temas, no cambia en nada lo que va a suceder. Cada vez que estoy acelerada por algo, me manda distintos polos a tierra. Veo una persona discapacitada en la calle, me cuentan de la enfermedad o fallecimiento de alguien. Recuerdo que de las últimas veces que visite a mi médico en Bogotá, sentí que Dios me habló a través de él. Entré a su consultorio, me saludó muy cariñosamente y me preguntó cómo estaba. Con su mano se acarició la cabeza y me dijo: “Mijita, este no es un nuevo look. No me corté el cabello porque quería, me toco cortármelo. Me diagnosticaron cáncer y he tenido que desacelerar la vida. No te sigas preocupando por obtener buenas notas y por ser excelente en todo. Somos tan vulnerables… Disfruta la vida, que es efímera”.

La mejor medicina es dejar de juzgarnos y de juzgar a los demás. Cada uno vive su propia vida. Cada quien decide qué hace, cuándo lo hace y de qué manera lo hace. Somos expertos en creer que sabemos la mejor manera en que otros deberían vivir su vida. Y se nos pasa tiempo precioso y energía valiosísima distraídos de lo importante: Vivir nuestra propia vida. Estar pendientes de que hace o deja de hacer el otro no nos suma, pero si nos resta bastante. Y más aún el estarnos dando látigo por nuestros errores y desaciertos, porque no podemos cambiar en absoluto lo que ya pasó. La mejor medicina es ser compasivos con nosotros mismos y decidir resarcir lo que hicimos mal. De nada valen los juicios y los golpes de pecho, si nos los acompañamos de un cambio. Todos tenemos cosas para mejorar. Nadie es perfecto ni infalible. Lo que hace la diferencia entre quedarse en el juicio y crecer, es decidir cambiar y hacerlo.

La mejor medicina es la gratitud. Seguro que si hacemos un balance en nuestra vida, no todo ha sido malo. Puede que estemos pasando un mal momento, pero eso no significa que no tengamos bendiciones por las cuales agradecer. Seguramente en nuestro camino de vida recorrido, han sido muchos los buenos momentos, logros y personas maravillosas. Es solo cuestión de hacer un inventario. Solemos enfocarnos en lo que nos hace falta y no en lo afortunados que somos de tener lo que tenemos. En lo personal lo que hago cuando me desanimo o tengo algun altibajo, es tratar de ver lo bueno. Me veo frente al espejo y lejos del barullo mental, me calmo y agradezco por la salud, por mi familia y por todo lo que considero una fortuna en mi vida. Me sintonizo en una vibración de gratitud con todo y decido sonreír. No enmascarando mi preocupación o tristeza, sino asumiendo concientemente una actitud alegre que me permita transitar mejor la embestida.

La mejor medicina es tener paciencia en la espera. “Mientras esperan al Señor, muéstrense alegres; cuando sufran por el Señor, muéstrense pacientes; cuando oren al Señor, muéstrense constantes” (Romanos 12:12). Todos somos ansiosos y queremos todo ya. Y todo conlleva un proceso. Hay procesos que se hacen largos, que incluso parecieran eternos. Sin embargo, en ese tiempo de espera es donde verdaderamente medimos nuestra fé y nuestra templanza. Así como la alegría no se mide en medio del festín, nuestro coraje no se mide ya habiendo librado una batalla. Se mide en la batalla misma. Las fuerzas se agotan, el ánimo decae, la impaciencia aumenta. Cada vez que me corresponde el turno de esperar algo, reconozco que tengo mis matices. No es que siempre tenga la actitud dispuesta, ni la alegría rebosante. Trato de reconcerme humana. Me canso, me da rabia y quiero tirar la toalla. Y al final, después de uno que otro berrinche, de una que otra llorada para desahogarme, entiendo que mi impaciencia no cambia nada, pero mi confianza sí. La fé hace ver todo diferente y encontarle sentido. Y me calmo y recuerdo, que al final tarde o temprano todo llega.

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Lilicitus

Me apasiona escribir sobre valores humanos, espiritualidad y actitudes positivas. Reflexiono, comparto anécdotas personales e intento aportar algo. Es mi legado