La vida no es color de rosa, pero tampoco es gris. La vida no es a veces como quisiéramos, pero no significa que sea una mala vida la que nos toque vivir. Es simplemente la dinámica de la vida. La vida está compuesta de momentos lindos y gratos, de otros complejos y desafiantes. No podemos decir que tenemos la vida perfecta, pero sí que vamos aprendiendo a lidiar de mejor manera las situaciones que se nos van presentando. Cada uno procesa cada experiencia de vida de forma distinta, según su lente. Lo que puede ser una catástrofe para alguien, puede verse desde la perspectiva de otra persona como una gran oportunidad. Porque al final no es lo que nos pasa, sino lo que hacemos con lo que nos pasa: Si lo usamos como trampolín, o nos paralizamos y victimizamos. Lo primero nos lleva a avanzar y lo segundo, a quedarnos en el mismo lugar.
Nadie tiene la vida perfecta. Tenemos la falsa idea de que el otro sí tiene la vida resuelta y no es así. Todos enfrentamos diferentes desafíos, absolutamente todos. Que nos toque pasar por momentos difíciles no significa que sea un castigo divino ni mucho menos. Es parte de la naturaleza de la vida y del proceso de aprendizaje que cada uno vino a tener. Negar lo que nos toca vivir no nos exime de tener que resolverlo. Así que lejos del peso autoimpuesto de que a mi me toca difícil y al otro fácil, nos corresponde hacernos cargo de resolver lo que la vida nos presente. No desde la posición de lamento y queja, sino desde la verraquera y la valentía. Que decidamos salir adelante, más allá de los altibajos que naturalmente va a tener el camino. Sabiendo que sí podemos, que por más largo y difícil de transitar y/o resolver un problema, todo termina pasando, nada es eterno. Sin comparaciones ni victimizaciones que solo nos restan energía.
Ver el lado bueno. Más allá de la complejidad propia de cada problema, todo tiene su lado bueno. Maduramos, crecemos espiritualmente, adquirimos nuevos aprendizajes. Solemos redescubrir nuestras capacidades, vemos de qué estamos hechos. Nos hacemos más fuertes, y a la vez más empáticos y compasivos. Nos hacemos recursivos, rebuscadores. Comenzamos a disfrutar más y a buscar menos los pero. Los embates de la vida nos hacen más humanos, más solidarios y menos egoístas. Nos llevan a otro nivel, aunque sea muchas veces atravesando el dolor y la frustración. Nada de lo que sucede es en vano y tiene un propósito. Depende de cada uno lograr extraer lo mejor de cada momento, por más difícil que sea. No para pasarle factura a los demás volviéndonos personas resentidas, sino para ser fuente de luz e inspiración para otros en sus propias luchas.
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