La mente es súper poderosa. Nos convertimos en lo que pensamos. Somos creadores de nuestra realidad. Cuando deseamos algo y lo decretamos, desplegamos un arsenal energético que dispone todo para que suceda. Aplica tanto para lo positivo como para lo negativo. Si somos personas que pensamos bien de nosotros mismos, que nos reconocemos capaces y merecedores, la magia acontece. E igualmente si nos estamos reafirmando con limitaciones e incapacidad, nos estamos convirtiendo en nuestra mayor traba para fluir. De ahí la importancia de cultivar nuestra mente con pensamientos de amor propio, de empoderamiento, de gratitud, para lograr manifestar todo lo bueno que deseamos. Alimentémonos de lo que nos sume, nutra y engrandezca. Que tengamos la capacidad de ver lo bueno, aprender de lo malo y seguir adelante.
Nuestro sistema de creencias nos condiciona. Tenemos ideas preconcebidas de nosotros mismos y nuestras capacidades. Estamos definiéndonos todo el tiempo con lo que pensamos, con las afirmaciones que nos damos. Nuestro diálogo interno se convierte en el libreto para el universo. Si pensamos lo bueno, nos acontece lo bueno. Somos arquitectos de nuestra realidad. Construimos con nuestros pensamientos lo que queremos. Cuando por experiencias negativas nos predisponemos o nos auto-definimos como incapaces, estamos instalando una creencia limitante. Seamos conscientes que las creencias las podemos cambiar, que no son tatuajes en nuestro ser. Tengamos convicción en nuestro gran potencial. Más allá del miedo, de las circunstancias, sepamos que sí podemos hacer realidad lo que queremos.
Lo que creemos lo atraemos. Somos artífices de nuestra realidad. Cada pensamiento, cada creencia, cada deseo, contribuye a lo que se convierte en nuestra realidad. El tiempo, la energía e intención que ponemos en cada deseo, se constituye en un acto creador. Todo lo que reside en nuestra mente y en nuestro corazón lo terminamos manifestando. Puede que las situaciones nos hagan pensar que no tenemos la habilidad para x cosa ó nos lleven a sobre-identificarnos con: “No soy tan bueno”, “no se me da”. Nos tenemos que “desprogramar” de esas ideas limitantes. Intentar hacer las cosas, sin la predisposición de los rótulos. Que no sepamos, no es problema. Podemos aprender. No permitamos que algunas creencias nos lleven a dudar de nuestra infinita capacidad. Exploremos si nuestras creencias son ciertas o no, y lo más importante, si nos llevan a crecer y a florecer. Y en el caso de que nos estanquen, ¡saquémoslas hoy mismo!
Dejar de estar distraídos. La distracción trae confusión. Estamos tan pendientes de tantas cosas, que perdemos nuestro foco. Si el universo es un espejo y tenemos una mente caótica, eso es lo que vamos a reflejar. El universo premia la claridad en lo que queremos. Al desenfocarnos caemos en la trampa del agobio y la ansiedad. Es súper importante tener bien definido qué queremos y el universo se encargará del cómo. Para lograr las cosas, no es suficiente creer. Hay que trabajar y trabajar duro. Construir lo que queremos requiere esfuerzo, constancia y convicción. Sepamos canalizar nuestros esfuerzos, para que no se los lleve el viento. Y tengamos como consigna renovar constantemente nuestra mente, porque es nuestra gran central de operaciones.
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