Los cambios son la constante 🚀

Lilicitus
6 min readDec 17, 2023

Después de más de una década fuera de Colombia, decidí hacer de nuevo la Novena de Aguinaldos*. Por una razón u otra no la había podido hacer los años anteriores y me llenó de mucha ilusión retomarla después de tanto tiempo y lograr reunir todo lo que necesitaba para poderla iniciar: Un pesebre y una novena, que puse junto al arbolito de Navidad. Ayer que la inicié, sentí que la leí con más detenimiento, con mayor comprensión y especialmente con más gratitud. Le encontré más sentido y fue algo realmente maravilloso. Una conexión con cada oración, y una sensación de estar realmente presente, de valorar el aquí y el ahora. Era el toque especial que esta Navidad necesitaba. Hasta mis dotes de cantante saqué, cantando los gozos con pandereta en mano, jeje. Fue realmente hermoso. Gracias Dios por esta oportunidad :)

Después de meses súper movidos e intensos, de tantos ires y venires, de tantos cambios juntos, decidí volver a escribir por aquí. Desempolvé mis notas mentales y comencé a escribir todo lo que estos años me han dejado. Mucho aprendizaje y crecimiento personal, una perspectiva más amplia de la vida. Uno de mis grandes recursos ha sido llevar un diario, que me ha ayudado a hacerme más consciente de lo que va pasando y a hacer balances diarios. Qué aprendí hoy, qué hice bien, qué tengo para mejorar. Las lecciones de éstos últimos años 2 y medio, han sido muchísimas. Siento que en tiempo cronológico pasaron más de 10 años, pero transcurrieron apenas 2. Muchos viajes y mudanzas, papeles, trámites, maternidad y trabajo. Conocer nuevos lugares, aprender un nuevo idioma, probar sabores distintos y experimentar climas extremos. Con mucha alegría, pero también con un gran agotamiento. Mucho para procesar en tan poco tiempo. La autoexigencia de hacer las cosas bien y de saber aprovechar las oportunidades, me ha dejado realmente cansada. El trajín ha sido imparable y ahora solo anhelo calma y estar un poco más estable.

A veces nosotros no elegimos el destino, pero sí la forma en la que lo vivimos. Circunstancialmente a veces nos vemos obligados a hacer cambios, en procura de algo mejor. Esos cambios implican más trabajo, desacomodo y separarnos de muchas cosas. Los cambios implican despedidas. Despedirnos de gente querida que ha hecho parte de nuestra historia, dejar actividades que solíamos realizar, dejar cosas materiales que nos prestaron un servicio y ahora se lo prestarán a alguien más. Esa tristeza en medio del pecho por estar dejando tanto atrás. Nudos en la garganta y ganas de dejar todo hasta acá. A veces incluso sentir que no podemos más. Que venga una IA y haga todo lo demás (chiste tecnológico). Pasando por el inevitable desapego, por el trabajo de clasificar y depurar, de agradecer a las cosas y dejarlas circular. Encontrarte en una montaña de documentos, fotografías (me gustan las impresas) y libros que no quieres abandonar. Son tus recuerdos y memorias, y hacen parte de tu identidad.

Soltar las cosas, nos ayuda a alimentar un círculo virtuoso de servicio. Justamente me pasó que cuando puse a la venta las cosas, conocí una cantidad impresionante de gente. Fue fascinante. Gente de todo tipo, con muchas historias. Y la vida nos estaba cruzando para que eso que había tenido ahora le perteneciera a alguien más. Desde que decidí poner las cosas a la venta le pedí a Dios que llegaran a las mejores manos. A quien más lo necesitara. Y aconteció la magia. Solo por mencionar una de las tantas historias, me pasó vendiendo el “huevito” de mis hijos, que me escribió un señor diciéndome que le interesaba mucho, que lo quería. Al día siguiente, llegó a buscarlo. Tenía una energía súper bonita y me dijo que era para su hija recién nacida. Al acompañarlo a su automóvil, encontré que había ido con su esposa (prácticamente recién parida), y su bebito. La alegría con la que me saludó su esposa y su hija de 6 años fue increíble, un cariño como si nos conociéramos desde siempre. Una familia con mucha luz y sencillez. Precio simbólico.

En cada mudanza se deja parte del alma. Aunque sea una mudanza por elección, es mucho lo que se deja. No son solo las cosas materiales, son las experiencias vividas, la gente hermosa con la que se compartió. Es el clima, la comida, el estilo de vida que se llevó. Son los recuerdos y las memorias que se tejieron mientras transcurría tu vida y lo que estaba pasando en ella mientras vivías en esa ciudad. Es todo un proceso de duelo y de desapego. No has algo trivial. Hay estrés por la maratón logística para preparar todas las cosas, frustración y melancolía. Agotamiento físico, mental y emocional. Es una autogestión constante para mantener la calma y el foco. Es sobrellevar el duelo por lo que se deja y las expectativas por lo que vendrá. Es el trabajo interno de mantener la agudeza mental para los preparativos y la claridad mental para lo que se llega a gestionar. Trámites teñidos de ilusión y momentos intempestivos de nostalgia, se entremezclan mientras se está tratando de pertenecer a un nuevo lugar. Un capítulo ha quedado atrás y otro está por comenzar.

Al final todo vale la pena. Después de tanto ajetreo e incluso de tanta resistencia e indecisión esporádica, mi balance es que vale la pena todo el esfuerzo hecho. Se llegó el día y la hora cero y todos aquellos temores y preocupaciones quedaron atrás. Me encontré finalmente frente a una nueva realidad, con una hoja en blanco para escribir un nuevo capítulo de mi vida. Nuevos desafíos y con un arsenal de trabajo por desplegar. No queda más que manos a la obra, para honrar todo el esfuerzo y el trabajo que nos trajo hasta acá. Yo creo que en esta reencarnación vine a trabajar el desapego. Sin buscarlo ni haberlo convertido en un objetivo de vida, me la he pasado como pájaro errante. Con muchos viajes y cambios constantes. Con lo positivo que conlleva, pero también con el agotamiento que naturalmente surge de estar de aquí para allá. Tratando siempre de priorizar, de ser objetiva y de aprovechar cada oportunidad.

Si hay vida y salud, hazlo! A veces no hay una segunda oportunidad. Los cambios son la constante y aquí estoy dando fé de ello. Más allá del guayabo emocional de cada cambio, al final vale la pena hacerlo. Te pruebas a ti mismo, tu capacidad de desapego y adaptación, tu valentía para hacer tus sueños realidad. Al final lo máximo que puede pasar es que no te guste y decidas regresar. Fácil seguro no va a ser, pero imposible tampoco lo será. Hay que estar atento y ser muy diligente, también hay que ser compasivo con uno mismo y darse espacio para disfrutar. No es una carrera contra nadie, es un desafío personal. Vale la pena intentarlo, y darse la oportunidad. Nadie tiene garantizado nada, más que probar que si se quiere se puede, y que todos lo podemos lograr. Quien da el paso está destinado a crecer. Puede doler, puede costar, pero concluyo que solo haciéndolo te vas a probar y a conocer más. Nadie crece en terreno conocido, es necesario iterar. Sino es aquí será allá. Anímate a probar!

Nos leemos en la próxima entrega! Gracias por leer.

>INSTAGRAM: @lilicitus_blog 😉

*La novena de aguinaldos1​ es una costumbre católica, arraigada en Colombia, Venezuela y Ecuador,2​ relacionada con la festividad de Navidad. Es análoga a las Posadas que se celebran en México y América Central. Se trata de una oración rezada durante nueve días (novena) en la época previa a la Navidad (época de aguinaldos).

Más allá de la tradición católica, la novena de aguinaldos se ha convertido en un evento social, en el cual, en torno a la oración, se reúnen los miembros de la familia, los trabajadores en sus compañías y las comunidades en los parques o en los centros comerciales. Además, acompañan el evento con el canto de villancicos y el compartir de aperitivos tradicionales para el tiempo de Navidad.

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Lilicitus

Me apasiona escribir sobre valores humanos, espiritualidad y actitudes positivas. Reflexiono, comparto anécdotas personales e intento aportar algo. Es mi legado