Luz y oscuridad. Nos estamos balanceando entre una y otra. O no sé si tal vez será una cuerda floja la que atravesamos como equilibristas no experimentados. Unas veces oscilamos de forma consciente y otras no. Lidiamos con nuestras luces y sombras, inclinándonos unas veces más a lo claro y otras más a lo oscuro. Salimos a vivir la vida con el menudo encargo de encontrar el camino en medio de nuestra escala de grises y la de los demás. ¿Cómo mantener viva la llama de hacer las cosas bien?, ¿De no ceder a la corriente de la superficialidad e indolencia? ¿De dejar ese doble discurso de ética y moral, para pasar a vivir y defender nuestros principios de verdad? ¿De no tranzar con nuestros valores y principios, de no justificar nuestras malas acciones y de sentirnos “ganadores” por nuestras actitudes de viveza y egoísmo? Cada uno sabe cuándo actúa bien y cuándo no. Eso no está en discusión. Cada uno decide al iniciar cada día de qué se quiere vestir, si de claridad u oscuridad. Románticamente podríamos decir la mayoría al unísono: ¡De claridad! Pero cada día nos enfrenta con nuestro ego, con nuestras carencias y con nuestras ganas reprimidas de figurar. Así que el mayor desafío es lograr dominarnos, para dejar luz a nuestro paso y no lo contrario.
Un ciego no puede ayudar a otro ciego. Si estamos perdidos, no podemos ayudar a otros a encontrarse. Si bien todos estamos en una constante búsqueda y no somos poseedores de ninguna verdad absoluta, tenemos una gran responsabilidad: Vivir de la mejor manera posible. Puede que no nos la pasemos aconsejando a otros acerca de “mejores maneras de vivir”, pero el estilo de vida que llevemos es un referente para otros (aunque nosotros mismos nos veamos llenos de errores y defectos). De ahí la importancia de estar en constante aprendizaje, de esmerarnos en ser nuestra mejor versión. Cada día, aparentemente “ordinario”, podemos estar aprendiendo cosas “extraordinarias” que cambien positivamente nuestra vida y a su vez nos ayuden a inspirar a otros. Si estamos proactivos frente a la vida, interesados en aprender y en cuestionarnos, no vamos a ser los mismos y tampoco los que caminan a nuestro lado. Que nuestra sed de vivir, nos lleve a educarnos para saber sino guiar, sí acompañar de la mejor manera a los demás.
No es la paz mundial, es la paz que cada uno promueva. Es un cliché escuchar acerca de la paz mundial. La paz mundial es la sumatoria de la paz que haya en el corazón de cada uno. No es como suelen decir los mandatorios de los países: “Hacemos un llamado categórico a la paz mundial”. La paz es un estado que se construye con el aporte de cada uno. Y se constituye en el reto diario de hacer las cosas de la mejor manera posible, de ser justos, solidarios y especialmente, de tener la capacidad de perdonar. Porque no podemos pretender que las cosas cambien, sino cambiamos nosotros y cortamos esa inercia al individualismo y a velar solo por nuestros intereses. No es acongojarse por las noticias de guerras y conflictos, es comprometerse a ser parte de los que quieren y trabajan por hacer las cosas bien. No son golpes de pecho, es más acción concreta. Dejemos de estar compungidos por las injusticias y hagamos parte de la masa que trabaja por hacer las cosas bien: Con amor, bondad y generosidad.
Hay que alimentar nuestra luz. ¿Qué pasa cuando se va opacando nuestro brillo? ¿Cuando sentimos que el mundo nos ha corrompido y que nos hemos convertido en zombies? Tenemos que recurrir a nuestro botiquín de primeros auxilios. Hacer un llamado SOS a Dios, a ese padre/madre/herman@, a ese amigo, a esa persona que consideremos nos sabrá orientar en su experiencia y sabiduría de vida. No podemos dejar pasar inadvertida esa bajada en la potencia e intensidad de nuestra luz. Así como con nuestros celulares cuando están bajos de batería, asimismo cuando nos sintamos que necesitamos recargarnos, no dudemos ni un segundo en buscar una fuente de energía. A nivel personal: Orar, hablar con mi mamá, hacer un listado de las cosas por las cuales me siento bendecida, (entre otras tantas), me hace volver a elevar mi nivel de energía. Me ayuda a reiniciarme y a decidir conscientemente vivir el día con una avalancha de alegría, gratitud y confianza.
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