En mi publicación anterior https://medium.com/@Lilicitus/tiempos-desafiantes-a-vivir-con-coraje-73bebc806859, contaba del pichón de una paloma que nació el Domingo de Pascua. Nos preocupamos con mi esposo porque dejamos de ver la paloma en su nido por casi 2 días. Justo ayer Martes 21/Abril mientras amanecía, nos acercamos con mi hijo a ver por la ventana. Vimos a los 2 pichones -porque al final no fue 1, sino fueron 2 los que nacieron- y estaban solitos en el nido. Me invadió una sensación de preocupación al verlos solos y desamparados. Pensaba cómo podíamos alcanzarlos e intentar darles algo de comer, hacer algo por ellos. Justo en ese momento, llegó la mamá paloma! Fue una escena conmovedora. Literalmente los 2 pichones se le abalanzaron. Fue una emoción tremenda el ver reunida a la paloma nuevamente con sus pichones. E inmediatamente pensé en la necesidad apremiante que tenemos de Dios en este momento, de que aparezca en escena en nuestro rescate y abalanzarnos hacia Él! Y tal vez nuestra falla es querer verlo “visible”, cuando Él ya está actuando desde lo que no es visible a los ojos.
Salir de esto enriquecidos. Tener tiempo para reconectar con nuestros afectos ha sido el mejor regalo. Y el tiempo es algo que el dinero no puede comprar. Ahora tenemos el tiempo que siempre habíamos anhelado y nos cuesta algunas veces tolerarnos en la convivencia diaria. Muchas son las enseñanzas de la pandemia del Covid-19. Nuestra gran conquista debe ser salir mejores seres humanos y comprender que nos necesitamos unos a otros. No podemos “pelar el cobre” tan fácil, darnos por vencidos y denigrar de nuestra fé al sentirnos sobrepasados por la situación. A pesar de que medio mundo se ha vuelto futurólogo, debemos mantener la calma. Intentar hacer una cuarentena de malos hábitos, de evitar el mal genio, etc. Mi mamá es la presidenta del comité de convivencia en el conjunto en el que vive. Están a la orden del día los conflictos por la falta de empatía y solidaridad entre los vecinos. Cada quien tira para su lado sin pensar en el otro. Y ahora que todos están en sus apartamentos por la cuarentena, se ha agudizado más. ¿No debería ser al contrario? Y bueno, la crisis actual es una emboscada a nuestros valores personales y de comunidad. Tratemos de sacar provecho de que esta experiencia única de estar en casa, que está siendo literalmente un sabático forzado para aprender a esperar, a descansar, para que desde el silencio se de ese cambio en nosotros que nos lleva a cuestionarnos, a bucear profundo. Que nos lleva a reflexionar acerca de nuestro centro, de cómo volver a él.
Experimentamos la sensación de sentirnos desamparados y a la deriva. “Dios te guardará de todo mal, Él guardará tu alma” (Salmo 121:7). Dios es el dueño de la vida, nuestro Padre Celestial y nuestro compañero fiel de camino. No lo olvidemos, mantengámoslo siempre presente. Él es bueno, todopoderoso y soberano. Nunca nos desampara y siempre está con nosotros. Su amor, bondad y misericordia son inagotables. El está atravesando esta crisis con nosotros y revelando a cada corazón sus propósitos. Su amor es incondicional e infinito, sanador y renovador. Él es luz en medio de la prueba que estamos atravesando como humanidad y nuestro más grande escudo de batalla. Dios se deja ver, no se está escondiendo de nosotros. Él asoma a través de susurros, sensaciones. Estar en comunicación con Dios es orar, agradecer, pedir guía e intervención divina en la realidad que hoy nos toca vivir. Si no podemos batallar en nuestras fuerzas y lógica humanas, pidámosle que sea en su fuerza y lógica divinas. Pidámosle que haya paz y gozo en nuestro corazón, y que seamos más perceptivos a lo que Él quiere hacer con nosotros. Y que nuestra fé no sea a regañadientes, sino sea una fé viva, alegre y valiente. No perdamos el entusiasmo. Y no olvidemos que es clave declarar victoria durante la tempestad.
La preocupación es transversal a todos. A todos nos inquieta lo económico, por la crisis financiera y política que se avecina, además de la crisis emocional y espiritual que ya estamos atravesando la mayoría. Sea un virus fabricado o no -que hay muchas hipótesis sobre la procedencia de éste-, el tema es que ya tenemos el problema y estamos empezando recién a ver parte de sus consecuencias. ¿Qué opciones tenemos? Una de dos: Entrar en pánico o mantener la calma, u oscilar entre una y otra. Entendiendo que es una variable fuera de nuestro control, lo que nos queda es gestionar lo que está a nuestro alcance: Mantener el buen ánimo y alimentar la esperanza en que todo estará mejor. Si le damos entrada al miedo, energéticamente nos debilitamos y nos convertimos en presa fácil de los que se benefician de nuestra confusión. Ahora nos toca asumir con muchísima conciencia nuestra responsabilidad de elevar la frecuencia pensando en positivo. Pensar en positivo es una súper armadura, un gran blindaje para nuestro ser. Yo siempre le pido a Dios en las mañanas que sea mi escudo, mi bastón y mi luz durante el día. Esa afirmación diaria me inunda de paz, fortalece mi fé y refresca mi ánimo. Entrar en desesperación ya dándonos por vencidos de entrada, no debe ser una opción para nosotros. Hay todavía mucho por lo cual vale la pena seguir luchando. Mucho ánimo! 💪🏼
La espiritualidad no se reduce ni a espacios ni a horarios determinados. Ahora lejos de la posibilidad de ir a misa o asistir a culto, tenemos en frente un cambio de paradigma. Hacer del mundo nuestra parroquia, nuestro templo. Es un desacomodo a nuestra costumbre de tener una “fé de Domingo” y condicionada a un lugar físico. Sabemos que no es cuestión de religión, sino de espiritualidad. Y la espiritualidad se vive en nuestra cotidianidad. Nos tocó parar y ver reducidas las posibilidades de seguir llevando nuestra vida normal. Una oportunidad única para volver la mirada a lo esencial. Mientras nos sobreviene la escena de una película apocalíptica y nos invade un sentimiento de angustia y confusión, tenemos el desafío de confiar. Ahora nos toca el turno de lidiar con una espiritualidad real, que debe gestionar la angustia. Estamos pasmados, saturados y agobiados, frente a la necesidad de desarrollar una espiritualidad más simple: De valorar las cosas sencillas, para entenderlas y ver en ellas la grandeza de Dios. Una espiritualidad de menos miedo y más fé!
La riqueza de un ser humano se mide en su potencia de luz. Nuestra misión diaria es ser luz e irradiarla cada vez con mayor fuerza e intensidad, a pesar de las circunstancias. Hoy nos toca desde nuestra casa ser focos encendidos, para mantenernos y mantener a nuestros hogares iluminados. Aunque nuestro espíritu esté abatido, tenemos que aferrarnos a esa luz interna que siempre está encendida en nosotros y que nos direcciona el camino a seguir. No permitamos que esa luz se mengüe o apague. Somos seres espirituales viviendo una experiencia humana, y nuestra mayor riqueza es esa divinidad que todos tenemos dentro. Tenemos la capacidad para contrarrestar el efecto negativo y convertir esta experiencia en una gran fuente de aprendizaje y una oportunidad para despertar. Que la espiritualidad real nos quite la carga de que todo lo tenemos que hacer perfecto. Tengamos presente que todos tenemos una semilla dentro. Que éste tiempo sea tierra fértil para que esa semilla germine. Que no gane el temor. Que no gane la confusión. Que no gane el enojo. Que gane la fé, la luz y el amor! 🙌🏼✨
No podemos volver a la “normalidad”, iguales. No estemos en modo pausa, esperando a que todo pase. Reconciliémonos con la idea de que todo cambia, a pesar de nuestra resistencia. Actuemos desde ahora para lograr salir realmente mejores de todo lo que está pasando. Esta crisis nos ha tomado desprevenidos, pero no significa que no estemos en capacidad de salir vencedores. Estamos en un entrenamiento intensivo de autoconocimiento, en un “retiro espiritual” como diría mi mamá. Cada uno de nosotros sabe en qué necesita mejorar. Naturalmente hay días fáciles y otros difíciles, pero lo importante es mantenernos con serenidad, foco y disciplina. Saquémosnos esas creencias limitantes que no nos dejan avanzar y hagamos los cambios que necesitamos. El estar tanto tiempo “encerrados”, es algo nuevo y todo un desafío físico, mental, emocional y espiritual, pero no una excusa para dejar de avanzar.
“Siempre es un buen momento para orar a Dios por lo que sucede en nosotros y a nuestro alrededor. Necesitamos llenar nuestros pensamientos de paz y nuestro corazón de valor”. (Pastora Cris Acuña)
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