Agradecer en medio de la dificultad. Dar gracias por todo lo bueno, a pesar de lo “malo”. Acudir a nuestro inventario de bendiciones, para recordar que ya hemos pasado por momentos difíciles y hemos salido adelante. Buscar en nuestro archivo de experiencias y aprendizajes, y ver que todo lo que pasó terminó siendo para bien. Otro aspecto súper importante: Vernos con compasión. No nos las sabemos todas ni estamos exentos de equivocarnos, de encontrarnos una mala persona o tener una mala experiencia. Todo eso hace parte de la vida: Los aciertos y los desaciertos. Esos momentos oscuros por los que pasamos todos, nos llevan a conocernos más y mejor, y a ver de qué estamos hechos. Nos llevan a bucear profundo en nuestro interior. Cosa que no pasaría en otras condiciones. Nos vemos obligados a revisar nuestras reacciones, nuestra capacidad de perdón y nuestra fortaleza. Trabajemos en eliminar nuestra adicción inconsciente al sufrimiento y tratemos siempre de ver y agradecer lo bueno que tenemos.
¿Qué hacer cuando nos sentimos desanimados? Escuchaba en un Instagram Live en días pasados sobre qué hacer cuando te sientes perdido o que tu vida no está teniendo sentido. Y la respuesta del experto fue: Servir. Y en la práctica lo he comprobado. Cuando me siento “bajoneada”, busco no alimentar mi lamento y mi queja, sino voltear la mirada a quien se no está pasando por un buen momento para ayudarlo. A través del dar he recibido muchísimo. Encontramos que nuestras preocupaciones o lo que consideramos problemas no son tan graves, y que podemos salir adelante. Que todo tiene solución. La capacidad de dar con generosidad cambia nuestro paradigma de solo pensar en nosotros. Nos integra con la realidad del otro y con el desafío de brindarle apoyo, cuando los “necesitados” somos nosotros.
Pensar en cómo nos hablamos y lo que cuesta cambiar el chip cuando entran pensamientos de miedo, negativos. La mayor parte del tiempo estamos hablando con nosotros mismos. Estamos en un monólogo permanente. Y sabemos que la calidad de lo que nos hablamos, determina cómo nos sentimos. Tanto los pensamientos buenos como los malos tienen una influencia tremenda en nosotros. Súper conscientes de la responsabilidad que conlleva pensar positiva o negativamente, decidamos pensar en positivo. Pensar positivamente se traduce en salud física, mental y emocional. En flujo de energía que atrae lo bueno, porque lo estamos creando con nuestros pensamientos. Por el contrario si le damos cabida al miedo, nos bloquea y nos paraliza. Nos hace armarnos películas de drama tipo Hollywood y ser los protagonistas. Que la película que nos armemos sea una de alegría y esperanza, que refleje una mentalidad positiva y renovada, y un corazón confiado en que todo estará mejor.
Son tiempos “diferentes” los que estamos viviendo ahora. Tenemos la sensación de que no pasa nada, pero a la vez que pasa todo. Una hora parece un día y un mes un año. El paso del tiempo está muy relativizado. Y en medio de este caos del tiempo, pareciera que las lecciones de vida son más fuertes y más rápidas. Esto nos genera nostalgia e incertidumbre. Todo parece que pasa en un abrir y cerrar de ojos. ¿Y qué nos queda? Confiar en que todo va a estar bien. Cada uno tiene una lección diferente para aprender de toda esta vorágine de la pandemia. El gran reto es sin duda despertar espiritualmente y no permitir que sea en vano todo lo que está pasando. Emocionalmente nos sentimos avasallados y la gran meta es mantenernos con confianza y calma. Nos estamos conociendo bajo presión, y si bien no está siendo fácil, todo esto nos dejará sin duda un gran aprendizaje.
“Corazón alegre, excelente remedio; un espíritu abatido seca los huesos” .(Proverbios 17:22)
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