Recordar es vivir. Este año me ha regalado la oportunidad de reflexionar profundamente, de mirar hacia atrás con gratitud y resignificar muchas experiencias. Conversar con mi mamá sobre las etapas de nuestra vida ha sido una bendición. Hablamos de lo bueno y también de lo difícil, reconociendo que, incluso en los momentos más duros e injustos, siempre hubo un propósito mayor. Mirando en retrospectiva, coincidimos en que cada experiencia nos ha hecho más fuertes, más maduras, y ha fortalecido nuestra fé. Esa fé que nos permitió enfrentar todo con calma, sabiduría y confianza, y que nos mostró cómo el tiempo pone cada cosa en su lugar, dándonos claridad sobre el para qué de todo lo vivido.
Por supuesto, también he tenido momentos maravillosos: Anécdotas en la universidad y en los primeros trabajos, viajes soñados, deseos cumplidos y las personas increíbles que he conocido en el camino. Cada uno de esos instantes ha sido un recordatorio del amor y la generosidad de Dios. Esos momentos, en los que todo parece alinearse como por arte de magia, son una prueba de que siempre estamos siendo guiados, protegidos y asistidos. Nos muestran que si confiamos, nos abrirnos a que se desencadenen milagros en nuestra vida.
El amor como respuesta universal. En cada experiencia, el amor siempre ha sido la respuesta. Amor para enfrentar la traición, la envidia, la injusticia, el dolor y la tristeza. El amor de Dios me ha dado me ha dado en cada momento serenidad, ayudándome a perdonar rápido, a mirarme y mirar a otros con compasión, a tomar cada situación como una lección valiosa. Ha sido mi guía para valorar los verdaderos tesoros: Mi familia y los amigos incondicionales, la intuición que nos cuida y, sobre todo, el agradecimiento hacia todo lo que forma parte de un plan perfecto.
Un acto de amor cotidiano. Recordando estas experiencias, pienso en una que viví durante una auditoría que hice en una planta metalmecánica. Ese día, evalué el área de soldadura y conocí a un operario con 30 años de servicio. Cuando le pregunté por su equipo de protección personal, me dijo que no tenía polainas para protegerse de las chispas y que por esa razón tenía quemaduras en sus piernas. Se le aguaron los ojos y seguidamente a mi. Uno de sus compañeros me dijo que él estaba cumpliendo años ese día. Sin pensarlo, terminé la auditoría y fui directo a la oficina de mi jefe para pedirle autorización de comprarle una torta. Más tarde, junto con sus compañeros, le cantamos el “Happy Birthday” y él sopló la vela. Su sonrisa, su emoción, ese brillo en sus ojos… me confirmaron una vez más que un pequeño gesto de amor puede transformar el día, e incluso la vida, de alguien.
Brindemos amor. La vida siempre nos presenta oportunidades para dar amor, para marcar la diferencia en los demás y, en el proceso, enriquecer nuestra propia existencia. Que cada uno de nosotros recuerde siempre este mensaje: Estamos aquí para amar y servir, porque en esos actos encontramos el sentido más puro de nuestra vida.
Si esta historia te gustó, déjame un clap 👏🏼 y compártelo para que llegue a más personas. También te invito a seguirme por aquí o en Instagram en @lilicitus_blog y @chispa.interna para más reflexiones.