Una de las virtudes que siempre observé desde niña en mis papás, fue la vocación de servicio. Y es una premisa que nos ha quedado grabada a mis hermanos y a mí. Mi papá ya falleció y parte de su legado, es justamente el servir, el ayudar, el ser generoso. Con su ejemplo -más diciente que cualquier otra cosa-, nos enseñó a ayudar al que está en una condición de necesidad, desventaja o vulnerabilidad. De igual manera, en mi mamá siempre hemos visto un esmerado y genuino interés por ayudar a los demás en sus necesidades, por asistirlos con diligencia en sus preocupaciones con una palabra de aliento, encomendándolos en sus oraciones, y con acciones concretas. Es un legado lo que hemos recibido y es un gran compromiso continuarlo.
Al emigrar a Argentina, me sentí afortunada, realmente bendecida. Desde el pan en mi mesa, hasta las oportunidades laborales y las personas maravillosas que conocí. Internamente reflexionaba acerca de lo que habían sembrado mis abuelos y mis padres, para que siempre hubiera comida abundante en mi mesa, buenas personas y provisión suficiente para mis necesidades. No desconociendo mi trabajo y mi esfuerzo, pero sí valorando y apreciando con enorme gratitud lo que ellos con su generosidad sembraron para las generaciones venideras. Y ni que decir de mi mamá, que es el más grande ejemplo de vocación de servicio, que sigue sembrando para nosotros sus hijos, y para sus nietos. Le doy gracias a Dios, porque ella es nuestro mayor ejemplo e inspiración para dar continuidad a ese legado.
Al sembrar, no significa que la cosecha sea instantánea. Algunas veces las cosas se demoran, pero al final llegan. Es la ley de compensación. Uno no debe preocuparse porque no se de en el tiempo y la forma que uno espera, sino en confiar en que la Providencia Divina, dispondrá todo en el lugar y tiempo perfecto. Si uno hace las cosas bien, y da con genuina generosidad a los demás, las bendiciones vienen por añadidura. Basta con que cada uno mire en su historia de vida, las veces en las que uno la ha visto gris -como se dice coloquialmente-, y entra la mano poderosa de Dios a través de una persona que uno no espera, una circunstancia inesperada y de repente cambia el panorama a nuestro favor. Ser buenos, o mejor, intentar serlo, no nos exime de que pasemos momentos difíciles, per sí es garantía de que siempre a pesar de las pruebas saldremos adelante.
Ser conscientes que dar, que ser generosos, es una premisa de vida fundamental, es algo que debemos tener siempre presente. Uno nunca se imagina en qué circunstancia pueda llegar a estar, pero sí puede imaginar que en todo momento nos será proveído lo que necesitamos e incluso más. La mejor forma de prepararnos para nuestra adultez y nuestros años dorados -si Dios nos permite llegar a ellos-, es siendo las mejores personas posibles. Que ningún distractor nos desvíe de lo realmente importante, que siempre tengamos como consigna amar, servir y dar con generosidad a los demás.
“La persona benéfica prosperará, y el que largamente da largamente recibirá” (Proverbios 11:25)
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