Ser agradecido

Lilicitus
4 min readAug 30, 2019

Lo que hemos logrado en la vida, no lo hemos logrado solos. Nuestra familia, amigos e incluso desconocidos, han hecho parte como arquitectos de nuestra historia. Cada uno de distinta manera y en diferente medida. La contribución de cada uno, directa o indirectamente, nos ha ayudado a avanzar en la realización de nuestros objetivos. Recordarlo y agradecerlo, nos hace valorar su aporte en nuestra historia y apreciar el amor y la generosidad con la que oportunamente nos tendieron la mano. Definitivamente siempre hubo, hay y habrá ángeles encarnados que actúen a nuestro favor. Recordar que no caminamos solos, nos debe llenar de renovada esperanza para conquistar nuevos retos y desafíos.

Cuando estaba en la universidad, había un señor que vendía arepas. Nos saludábamos cuando yo iba para clase, cuando salía camino a tomar el bus de regreso a la casa o cuando iba a comprarle. Un día -un Viernes recuerdo-, tuve clase normalmente por la mañana y tenía una entrevista de trabajo al mediodía. Para irme arreglada, me mandé cepillar el cabello cerca a la universidad, una cepillada que me salió bastante cara para el promedio de precio que estaba acostumbrada a pagar, lo que me dejó solo con el dinero para los buses, o menos que eso. Ósea, no tenía plata para el almuerzo, ni para nada más. Mi hermano estudiaba en la misma Universidad, y nunca nos encontrábamos. Justo ese día coincidimos y cual papá me preguntó: “Ya almorzó?” a la pregunta respondí que no, que me había quedado corta de plata y él me invitó a tomar sopa. Coincidió también que me tocó sacarle fotocopias a unos talleres que había dejado un profesor -eran como 200 copias literalmente-, también una cantidad inusual y que sumaba al descuadre financiero del día. Era amiga de la pareja dueña de la fotocopiadora y me dieron plazo para pagar la siguiente semana las copias. Igual necesitaba completar lo de los pasajes de regresarme a la casa y no quería irme tan a ras, por cualquier cosa contar con algo más, porque “uno nunca sabe”, cómo dirían las mamás. Entonces decidí acercarme al señor de las arepas a pedirle el favor que me prestara, y ni me dejó terminar la frase, cuando me estaba entregando el dinero y diciéndome que con mucho gusto y que me fuera bien.

Actos sencillos que van desde escuchar a alguien y brindarle ánimo y consuelo, hasta actos de brindar algo material con generosidad, son los actos que mueven y dinamizan el mundo. Nuestro día a día es más lindo cuando agradecemos, pero también cuando nos damos con generosidad a los demás desde nuestras posibilidades. Ser agradecidos nos lleva a reflexionar sobre cuán importante ha sido la ayuda recibida y la importancia de retribuir, especialmente a quienes tal vez ni esperan ayuda nuestra. Recordar a quienes nos han servido a lo largo de nuestra historia, nos hace sentir privilegiados. Al fin y al cabo servir es una forma de amar, y quien agradece el amor recibido lo multiplica abundantemente en su vida. Y la gratitud hay que expresarla, no hay que dejarla guardada. Una llamada, un mensaje, una visita, hay muchas maneras de manifestarla en forma concreta.

Ser agradecidos nos llena de alegría y gozo, es un enorme alimento espiritual. Nos evoca a esos momentos donde una palabra, un gesto, un acto generoso y desprendido, nos alivió de una carga, nos liberó de una preocupación o nos devolvió la sonrisa perdida por una tribulación. La gratitud es un sentimiento que promueve una reacción en cadena: Cuando uno ha recibido ayuda, también quiere ayudar a otros y se convierte en un maravilloso efecto dominó, en una cadena de favores. Ser agradecidos nos inspira a servir, nos motiva a pasar de la intención a la acción. Muchas veces no es la cantidad de tiempo que dediquemos a ayudar, sino la calidad: El amor, la sinceridad y la prontitud con la que lo hagamos. Algunos pueden ser actos sencillos en apariencia, pero pueden significar una gran diferencia para otras personas.

La gratitud recuerda. No olvida los favores recibidos. La gratitud inspira. Al recibir queremos dar e inicia un círculo virtuoso. La gratitud sana. Alivia cargas y nos recuerda que antes nos han extendido la mano. La gratitud anima. Nos da renovadas energías para continuar cuando nos sentimos desanimados. La gratitud nos hace crecer. Nos lleva a apreciar el regalo de lo que nos ha sido dado y a sentirnos afortunados por ello. La gratitud nos alimenta el alma. Nos lleva a valorar y apreciar con mayor intensidad el regalo del aquí y del ahora. Muchos de los gestos y favores que hemos recibido a lo largo de nuestra vida, han sido desinteresados y bien intencionados -sino todos, seguramente la mayoría de ellos-. Quien nos ayudó no esperaba nada a cambio. Qué hermoso pensar en vivir nuestra vida agradeciendo y ayudando a los demás. Al final del día todos dependemos de todos, nuestras circunstancias son cambiantes y como dice el refrán popular “siempre hay que dejar las puertas abiertas”. ¡Quien agradece, multiplica!

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Lilicitus

Me apasiona escribir sobre valores humanos, espiritualidad y actitudes positivas. Reflexiono, comparto anécdotas personales e intento aportar algo. Es mi legado