Ser paciente… Siempre decirlo es fácil, lo difícil realmente es poderlo llevar a la práctica. Mantener la cordura en momentos tensos, es bastante complejo. Ser paciente frente a personas y situaciones difíciles, puede representar literalmente hervir por dentro, pero optar por mantenerse en silencio, guardar la compostura y evitar explotar, a pesar de querer todo lo contrario. Ser paciente es todo un arte: Mantener el control, dominando los sentimientos que pueden aflorar en el momento, no disimulándolos sino controlándolos. ¿Vale la pena ser paciente? Yo creo que sí, pero realmente depende de la situación. Algunos lo relacionan con la capacidad de saber esperar, o de tolerar, de mantener la serenidad, buscando un objetivo más grande del que representa la circunstancia. Para proyectos de largo plazo, considero que hay que ser muy paciente; pero para las relaciones humanas, hay momentos donde es necesaria, pero cuesta implementarla. Uno prioriza ser paciente con la familia, la pareja y los amigos, y en general, también con los demás (compañeros de trabajo, vecinos), pero a veces con el 2do grupo se torna un poco más difícil o desafiante, porque si no hay vínculo, o su actitud afecta mis intereses, es más fácil impacientarse, por qué ¿a cuenta de qué le aguanto a este personaje? Diría uno en su conversación interna.
La paciencia nos hace trabajar en nuestro dominio propio, en controlar tal vez un potencial desfogue de ira y mal humor. Algunas veces es un conflicto de egos, de tener la razón, de no continuar siendo permisivo con alguna situación o actitud que nos molesta del otro, y tratar de ponerle fin, o por lo menos, de sentar precedente para que no pase más. Hay gente especialista en irritar… pareciera que tienen incluso maestría en ello. Y el gran reto, viene a ser “aguantárselos” por diplomacia o por no agrandar quiebres ya existentes con ellos. Cada uno decide si calla para sobrellevar con paciencia, o habla, para llegar a acuerdos. Con la posibilidad de que todo quede en buenos términos o de herir susceptibilidades, cualquiera de las dos. Desafortunadamente a veces la paciencia, se puede interpretar del otro lado como falta de carácter, por no afrontar lo que molesta, pero esa lectura no depende de nosotros. Lo que sí es que cada uno conoce su límite y hace su mejor esfuerzo por no trascenderlo.
La virtud de la paciencia la ponemos en práctica en distintas facetas y momentos de nuestra vida: Cuando esperamos una respuesta, cuando estamos expectantes de la llegada de una fecha; cuando nos estamos recuperando de un percance de salud, cuando hacemos una inversión de tiempo y dinero en un proyecto, cuando hacemos un trámite legal que se torna prolongado; cuando queremos bajar de peso y no reducimos tallas tan rápido como quisiéramos, etc. Cuando nos toca hacer cosas que no nos gustan, pero nos toca hacer como parte de un objetivo más grande. Algunos pueden ser pacientes con un jefe que no toleran, con una actividad o tarea que no les gusta, lidiando con personas o grupos de personas, con quienes no simpatizan, soportando un mal servicio al cliente cuando no hay mucho margen para exigir o quejarse, etc. A veces es lo que hay, y hay que aprender a lidiar con paciencia con aquellas cosas y personas que simplemente no podemos cambiar.
“Más vale un hombre paciente que un héroe, más vale el que se domina a sí mismo que el que conquista ciudades” (Proverbios 16: 32)
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