Recuerdo recién falleció mi papá hace casi ya 20 años. Estaba por ingresar a la Universidad. Me había presentado para estudiar Medicina en la Universidad Nacional y no había pasado. Nos presentamos 5.000 aspirantes y quedé dentro de los 500 que pasamos el examen, ósea dentro del 10%, pero solo aceptaban a los 50 primeros. Ósea el 1%. Mi segunda opción era Ingeniería Industrial en la Universidad Distrital, a donde fui aceptada por mi promedio en las pruebas de Estado del ICFES (Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior). Sin embargo, me requirieron una entrevista más con el Coordinador del Proyecto Curricular, para determinar si tenía el cupo o no. Recuerdo que mi mamá me llevó al edificio de la Facultad de Ingeniería y me esperó abajo. El 90% de quienes presentaban la entrevista conmigo eran hombres, quienes estaban acompañados de sus papás. La 1er tanda de entrevistados salió comentando que hacían preguntas técnicas y otras de cultura general. Me correspondió el turno, y entré poniendo todo en manos de Dios. Recuerdo que en la mesa estaba el coordinador con su asistente, y 2 profesores más. Fueron 4 preguntas, 2 técnicas, 1 de actualidad sobre un proyecto de ley del que justo había visto en las noticias esa semana y que por alguna razón se me había quedado grabado. Y otra pregunta que no sabía la respuesta y respondí tal cual: No sé. Fui la única que pasó la entrevista.
A veces pensamos que no valemos nada. A veces tenemos la mirada puesta en los talentos y aptitudes de los demás. Nos sentimos menos, sino tenemos el mismo nivel de popularidad e influencia, de éxito y prosperidad que otros aparentemente tienen. Puede que pensemos que no somos lo suficientemente atractivos, carismáticos o inteligentes, e incluso que no somos merecedores de cosas buenas. Cuestionamos nuestro valor por falta de amor propio y de convicción en nuestras capacidades. Tenemos una gran crisis de identidad. Reconozcámonos valiosos, como los seres maravillosos que somos. Cada uno posee un valor único y especial, hemos sido dotados de dones y talentos, no sigamos desviando la vista hacia otro lugar. Cada uno de nosotros tiene un propósito y el gran desafío es llevarlo a cabo. Conscientes de nuestro valor, podremos salir a conquistar cuanto queramos, hagamos un voto de confianza en nosotros.
Somos una obra de arte. Una obra de muchísimo valor. Somos únicos, irrepetibles, somos seres extraordinarios. Sin embargo, nuestro gran talón de Aquiles, es que tendemos a olvidar nuestro valor, a subestimarlo y a ir apagando nuestra llama poco a poco. Perdemos nuestra alegría, la autoconfianza y entramos en un terreno de duda. Una mala experiencia, un comentario desacertado que alguien nos hace, puede llevarnos a perder nuestra pasión por vivir. A dudar de nuestras capacidades e incluso de nuestro valor. Nada ni nadie tiene el derecho de poner en tela de juicio nuestro valor. Somos por naturaleza seres valiosos. Veamos en nuestra relación con los demás, una oportunidad de crecimiento constante. Recordemos que las debilidades de otros, desarrollan fortalezas en nosotros. Por ejemplo, si hay una persona muy susceptible, yo puedo desarrollar la fortaleza de ser más prudente.
No seamos una piedra en bruto, sino una hermosa piedra preciosa tallada. Como decía antes, todos somos valiosos por naturaleza. Sin embargo, tenemos que tener una actitud dispuesta para crecer y mejorar todos los días. Con cada experiencia nos vamos puliendo y vamos ganando más brillo. Y para aprender hay que tener un corazón dispuesto, ser humildes y dejarnos guiar. ¿Quiénes son nuestros guías? Nuestros papás, maestros, amigos. Particularmente para mi, además de mi mamá, mi guía es Dios. Le pido que me muestre qué tengo para mejorar, le pido que aleje de mi la soberbia y por el contrario me conceda mucho discernimiento en cada momento. La sabiduría para hablar o callar, para no tomarme nada personal. Saber que a veces las dificultades son para un bien mayor, a pesar de que cueste sobrellevarlas. Instruirnos algunas veces cuesta lágrimas, equivocaciones, pero nos lleva a un estadio de autoconocimiento mayor, que nos hace más humanos. “No se trata de lo que somos hoy, sino de lo que seremos en las manos de Jesús” (Juan Muñoz)
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