Las temporadas se anticipan. En los centros comerciales, en los supermercados y en el comercio en general, ya nos está anticipando la Navidad. Vemos árboles, guirnaldas, luces y adornos en general, estamos rodeados del consabido verde y rojo, de Papá Noel y su trineo, del vino, el panetón y las galletas. Es una sensación anticipada de alegría e ilusión por culminar un año, pero también de ansiedad y de nostalgia, por los objetivos que todavía nos hace falta alcanzar y por lo que tal vez anhelamos tener, pero que por distintas circunstancias todavía no logramos conseguir. Esta cuasi temporada navideña, nos hace reflexionar, hacer balances, pero también es una invitación a aprovechar las semanas que quedan del año para “meterle la ficha” a los proyectos que tenemos en curso y para establecer los objetivos que deseamos conquistar en el 2020.
Cada año trae cosas diferentes para todos. Seguramente en el balance que hace cada uno, agradece por lo bueno, se da látigo por lo no tan bueno y se propone mejorar respecto del año anterior. Todos -o por lo menos la mayoría- deseamos salud, bienestar, felicidad, prosperidad y abundancia, rodearnos de buenas personas y acceder a buenas oportunidades. Lo que tiene el que el comercio nos esté bombardeando desde ya con toda la temática y atmósfera navideña, es que de acuerdo a nuestra sensibilidad (propia de esta altura del año), puede ser un detonante para catapultarnos a hacer lo que no hemos podido o querido hacer, o para bajarnos el ánimo y resignarnos a que ya no lo hicimos este año. Mejor aprovechemos esta época para prepararnos para cerrar el año haciendo un detox o limpieza de relaciones tóxicas, de malos hábitos y de falsas creencias, que nos reprogramemos en modo positivo y con una confianza fortalecida en que lo mejor está por venir.
Evitar el consumismo. No permitir que los comercios nos hagan entrar en ese frenesí de tener que comprar. Nos abruman tremendamente. La mayoría de nosotros bajo distintos justificativos de “me lo merezco”, “está lindo y no tan caro”, “me doy un gustico”, “hay descuento con la tarjeta”, terminamos gastando más de lo que teníamos presupuestado. Y no es que esté mal comprar, si logramos un equilibrio dándole importancia a lo realmente importante, como el gozar de salud, el tener una familia, el contar con un techo, entre otras tantas bendiciones. Que conscientes de que tal vez nuestras posibilidades no son las mismas respecto de otras personas, tengamos la capacidad de compartir y tener un gesto de solidario con alguien que lo necesite. No necesariamente debe ser algo material, puede ser una llamada, una visita, un mensaje. Un saludo afectuoso que reconforte a alguien y sea una caricia para su alma.
Mantener la calma y el foco. Que la música navideña nos ponga alegres y no lo contrario. A mí por ejemplo, me recuerda mi niñez y los viajes en familia a Girardot (Colombia), por fin de año. Ya ahora de “grande”, me genera un poco de nostalgia y más porque no está mi papá físicamente para compartir con nosotros. Nuestra paz es lo más importante, el lograr recargarnos en esta temporada de gratitud, esperanza y fé, nos ayuda a tener mayor claridad y a enfocarnos en los proyectos que queremos materializar el próximo año. Lograr canalizar todos los sentimientos lindos que afloran en las personas, y aprovechar este ambiente de fraternidad es clave, porque nos llena de alegría y nos impulsa a dar lo mejor. Si bien hace falta todavía más de un mes para que oficialmente llegue la Navidad, esta pretemporada es una oportunidad para pensar en lo afortunados que somos de gozar del regalo de estar vivos, de ser felices con lo que somos y tenemos, y de valorar el privilegio de estar por recibir un año más!
Muchas gracias por leer este post! Si te gustó o sientes que te sirvió para reflexionar, déjame un clap👏🏼 Y te invito a que me sigas por aquí o por Instagram en @lilicitus_blog, para que te enteres de las próximas publicaciones. Hasta la próxima!
Bendiciones para todos!